Mi gran noche parece, en cierta manera, un spin off de Muertos de risa, como si hubiera querido colocar la cámara en una de esas grabaciones de las galas de fin de año que presentaban Nino y Bruno. Y la idea es interesante, una especie de versión castiza de la claustrofóbica Treatment shock, pero una cosa es la teoría y otra la práctica.
Raphael, digámoslo ya, está mal. No es actor y se nota. Pero aun y así tiene algún despunte que hace que lo salvemos de la quema. No así Jaime Ordóñez. Actor malo, malo, donde lo haya. Nunca debió dejar el agujero de triste comparsa de José Mota en sus insufribles y apolillados programas de gracietas. En cambio, el resto del cast (Nieto, Mario Casas, Tomás Pozzi...) están en su salsa y no nos darán grima. ¡Hasta Carolina Bang está bien! Su querido le debe haber pagado algunos cursos de interpretación.
Por lo demás la cinta tiene un guión muy malo. No hay peor cosa que una comedia que no tiene gracia. Que en pleno 2015 De la Iglesia y su guionista habitual Jorge Guerricaechevarría pretendan que haga gracia una parodia del Torero de Chayanne con una letra de chirigota que es digna de La parodia nacional de hace 20 años en Cangrena 3, es de una pereza pasmosa.
Es una lástima que de los pocos directores de la fauna ibérica que ha mamado cultura popular y no se quedó con el puñetero Billy Wilder, no saque el potencial que se le supone, con una película que no va a funcionar en taquilla. Luego, en nada, estrenarán el bodriazo de la secuela de los topicazos de 8 apellidos vascos y lo petará.
Dice el amigo Álex que quiere hacer una nueva cinta de El Santo. Pues muy bien, pero que no cuente conmigo.
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