Si hay un tema que aparece repetidamente en este blog es el de los superhéroes, pero no de las producciones actuales, totalmente llena de caras conocidas, fajos de billetes en el catering y grandes productoras apoyando el proyecto. Las que molan de verdad son las de finales de los 90 hacia atrás, cuando a pocos estudios le interesaba el género. Básicamente porque los efectos digitales no habían explotado y hacía falta mucha pasta para no caer en el ridículo. Es por eso que hay que destacar el valor de los que se agarraron los machos y tiraron adelante productos que estaban condenados a las migajas de las taquillas cinematográficas en el mejor de los casos. Quien tenía cierta obsesión con el género era Charles Band. Ya en los 80, cuando los derechos de las adaptaciones Marvel estaban por los suelos y productoras como la Cannon,la 21 Century o hasta Roger Corman podían producir algunas de ellas, se hicieron con los de Doctor Extraño (recordemos que ya se había hecho un telefilm del personaje a finales de los 70). Pero el asunto le costó sacarlo adelante y en el proceso los derechos expiraron. Pero la cabeza pensante de la Empire Pictures sabía aquello de "dolar ahorrado es dolar ganado" y no iba a desperdiciar todo el trabajo realizado, así que, con su nueva Full Moon Productions, con la que había conseguido que la Paramount le distribuyese sus producciones, recicló todo el material y lo modificó lo suficiente para que legalmente nadie le pudiera decir nada, pero no tanto para que el público supiera que estaba delante de una adaptación de Doctor Extraño.
El trasunto de Dr. Extraño aquí se llama Mordrid, un ser de otra dimensión con apariencia humana que lleva en la Tierra siglos, protegiendo al planeta de los posibles peligros que vengan de su dimensión. En una de estas, llega a nuestro planeta Kabal, un prisionero de Mordrid que se ha librado de su prisión y viene dispuesto a abrir una puerta a la cuarta dimensión.
Al final la cosa les quedó mejor de lo esperado. Sin ser un peliculón y notársele cierto tufo a episodio piloto de serie, quedaremos más que satisfechos si disfrutamos de los trucajes clásicos, tramas naif y cierto encanto que nos recordará a lo que nos tragábamos de niños.
Hace gracia ver como tomaron buena nota de la moda marcada por Batmande darle a la producción una banda sonora grandilocuente para enfatizar la grandeza del héroe, aquí muy en la línea de lo que hizo Elfman para la serie Flash. Grandeza que se empequeñece en el aspecto visual, donde se le notan algunas dificultades, como cuando la acción acontece en una comisaría en la que apenas vemos a 4 policías o el apartamento de Mordrid canta a decorado. Pero ojo, que esto no nos tire atrás las ganas de darle una oportunidad. Cuando la acción pasa a esa otra dimensión, pese a sus limitaciones, los decorados tienen su encanto pulp y los efectos cumplen de sobras, sobre todo la batalla final entre los esqueletos de dos dinosaurios animados en stop motion.
Como era habitual en la casa teníamos un equipo formado por gente habitual en ella. En la banda sonora Richard Band, en los efectos David Allen, todo un experto en el arte del stop motion, el cual había usado en producciones como Cariño, he encogido a los niños, Aullidos, La disparatada parada de los monstruos o los títulos de crédito de Oscar ¡quita las manos!, además de infinidad de producciones de los Band. Y en el guión C. Courtney Joyner, que había escrito en las sagas de Puppet Master o Trancers, además de hacerlo en Curso 1999 o la sobrevalorada Gritos en Oldfield.
En el tema casting tenemos a Jeffrey -Dr. West- Combs; Yvette Nipar, la chica de la serie Robocop; y haciendo de villano Brian Thompson, un especialista en esto de hacer de malo en películas como Cobra, Dragonheart oNoche de miedo 2.
Doctor Mordrid es una serie B muy amable, con una duración mínima que ni llega a los 75 minutos, lo que nos facilita su visionado. Efectos resultones con sabor añejo e ideas lo suficientemente locas como para hacérnoslo pasar pipa. No pasará a la historia, ni nos alegrará la existencia, pero nos dejará un buen sabor de boca en una tarde tonta.
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