En 1977 apareció el libro The howling firmado por Gary Brandner, que tuvo el suficiente éxito para que Jack Conrad comprase los derechos y escribiese un guión que acabó en manos de la productora Avco Embassy, que luego se echaría atrás. Dan Blatt, productor ejecutivo, intermedió y contactó con Joe Dante (que acababa de ser descartado para hacer Tiburon 3) ya que era conocido por Rehme al haber hecho publicidad con Roger Corman, y consiguieron convencer a la productora prometiéndole que harían la primera transformación real de un hombre lobo.
Dante había aceptado siempre y cuando pudiera retocar el guión, ya que no le parecía demasiado bueno. Fichó a John Sayles (que al mismo tiempo escribía La bestia bajo el asfalto), que introdujo el concepto que casi toda la película se desarrollase en una colonia. Otros pesos pesados que contrató fue a Bob Burns, que había estado detrás del diseño de producción de La matanza de Texas, y Mark Goldblatt, habitual montador de James Cameron y luego director de Estamos muertos... ¿o qué? o El vengador, el Punisher de Dolph Lundgren.
Hasta ese momento las transformaciones de hombres lobos siempre se basaban en el clásico efecto de fundido, donde al actor de turno le iban añadiendo o quitando maquillaje. Pero eran los 80 y había que innovar, además de haberle hecho la promesa a la Embassy de hacer una transformación nunca vista, así que contrataron a Rick Baker, que había estado probando nuevas técnicas para ese tipo de transformaciones ya que había sido tanteado por John Landis para que hiciera lo mismo con Un hombre lobo americano en Londres, y ya que éste film no acababa de encontrar financiación y estaba deseando poner en pantalla todo lo que había ideado, aceptó la propuesta de Joe Dante. Lamentablemente para éste, en cuanto Landis se enteró aceleró el proyectó de su película llevándose a Baker con él. Aun y así, el maquillador recomendó a Rob Bottin, que llevaba trabajando en su equipo desde hacía unos años, para que se encargara de Aullidos.
Bottin solo dispuso de 50 mil dólares para hacer sus trucajes, así que todo se redujo a un hombre lobo que simplemente era un busto (como se puede apreciar en la escena de la muerte de Belinda Balaski) y un hombre disfrazado de oso que se disimulaba con la iluminación. Una vez terminada la filmación del film, lo montaron y se la proyectaron a la productora, indicándoles que necesitaban más dinero para rodar escenas adicionales donde apareciera un licántropo en todo su esplendor, ya que el presupuesto de un millón de dólares y el mes de rodaje era insuficiente. 3 meses después tuvieron listo el hombre lobo de la escena del teléfono y pudieron completar la película.
Al hablar de Aullidos es inevitable referirse a la otra gran película de hombres lobos, Un hombre lobo americano en Londres, que también es del mismo año y se la podría considerar la vencedora en taquilla (aunque por poco y ésta era mucho más cara). El film de Landis la cosa era lo contrario que en Aullidos, dejando de lado los bosques y el tono clásico y hacerla totalmente urbana, con un licántropo que es un lobo de cuatro patas anabolizado. En cambio, los hombres lobo del film de Dante van erguidos y se transforman cuando quieren, cosa que le da un plus.
Aun y estos peros, Aullidos quedó en la imaginería del gran público como uno de los clásicos del género fantástico/terror moderno, con muchos de los tics de Dante. Y tanto poso dejó que acabó degenerando en una sucesión de secuelas que no hacían más que engrandecer al original.
Duante el funeral de Karen White, protagonista del anterior film, aparece un extraño individuo, una especie de Van Helsing de licántropos, que le cuenta a la hermana de la fallecida que era una mujer lobo. El individuo les convence para que le acompañen a Transilvania a dar caza a Stirba, la líder de los licántropos.
Decir que esta secuela es un completo despropósito es quedarse corto. Intentan hacer una secuela directa del film de Dante, pero se olvidan que al final de éste, la protagonista se transformaba delante de las cámaras, con lo que se supone que todo el mundo era consciente de su condición de mujer lobo. Aun y así, y por no tener los derechos, recrean la escena de una forma muy torpe y chapucera. En el reparto tenemos a Christopher Lee (que luego dijo que ésta era una de las peores películas en las que había participado) y a Sybil Danning, una habitual de la serie B y Z que aquí, cómo no, enseña las domingas. Pese a que en los créditos figura que está basada en el segundo libro y que el propio Brandner estuvo en el guión, nada tiene que ver con la obra impresa. En el apartado de maquillaje y efectos la cosa no mejora nada y eso que detrás de ellos estaba el equipo de Steve Johnson, que luego estaría en Estamos muertos... ¿o qué?, Pesadilla en Elm street 4 o Golpe en la pequeña China. Salvo algún detallito muy aislado no hay transformaciones y los hombres lobo son señores disfrazados que parecen sacados de La isla del doctor Moreau versión setentera.
Aullidos 3 (Howling III. The marsupials, 1987). Mora había quedado descontento con la segunda parte ya que no había tenido el control absoluto en el montaje final, así que, aprovechando que Gary Brandner había publicado el tercer libro de la saga Aullidos (The Howling III: Echoes), consiguió los derechos y escribió un delirio en forma de guión que no tenía nada que ver con el libro. Una vez conseguido el dinero para rodar la película se fue a su Australia natal (pese a ser francés de nacimiento) hacer de las suyas.
Un profesor tiene diferentes teorías sobre la licantropía, decidiéndose a emprender una expedición a Australia en busca de hombres lobo. Una vez allí, encuentra un poblado habitado por ellos. Paralelamente, una chica de este poblado decide marcharse a la ciudad, donde se topará con un chico que trabaja en el mundo del cine.
Aullidos 3 es un potaje de difícil digestión. Montones de tramas son las que abre Mora, pero ninguna nos acaba de interesar. Al menos la primera mitad se deja ver, ir más allá es un somnífero para nuestras neuronas. Escenas nauseabundas con esos hombres lobos con tetillas y bolsa de canguro en la tripa, con un cachorrillo que parece un gusano mutante. Todo muy desagradable de ver. En cuanto a los efectos la cosa sigue en caída libre con transformaciones de estar por casa. Escenas como la entrega de los Oscar le acabaron por dar cierto culto para que la gente se choteara de ella.
Pueblo maldito (Howling IV: The Original Nightmare, 1988). Empezamos con los famosos bailes de títulos con los que nos obsequian las distribuidoras. Según los títulos de crédito, basada en los 3 libros, pero la realidad es que es la más fiel al primer libro de la trilogía. Rodada en Sudáfrica y dirigida por un John Hough que entraba en la decadencia después de haber dirigido La leyenda de la mansión del infierno y Los ojos del bosque. Aquí la cosa es muy parecida a lo que vimos en el film de Joe Dante, con una chica que acaba con su marido en un pueblecito que está habitado por hombres lobos.
Hasta la hora de metraje no vemos a un solo hombre lobo y encima de forma muy fugaz. Tendremos que esperar a los últimos 5 minutos para verlos de forma clara. Eso sí, lo poco que se ve está francamente bien para ser una cuarta parte. Y es que quien estaba detrás de estos efectos era otra vez la compañía de Steve Johnson, que se notaba que habían aprendido mucho desde la segunda parte. Pero salvo esos minutos finales, la película es terriblemente soporífera, casi un telefilm más de lo que nos tiene acostumbrados Antena 3 los fines de semana con mujer que sospecha que su marido no es quien aparenta ser.
Aullidos V. El regreso (Howling V: The Rebirth, 1990). En pleno siglo XV, en un castillo húngaro un caballero acaba con la vida de todos los que allí están, incluida la suya, sin percatarse que ha dejado con vida a un bebé. 500 años después, el castillo, que permanecía cerrado desde entonces, abre sus puertas. Sus responsables invitan a la inauguración a un grupo de personas para que pasen un día en él. Pero una fuerte temporal de viento y nieve les impide salir y pedir ayuda, teniendo que quedarse en el castillo hasta que el tiempo mejore. Mientras tanto, los invitados van muriendo uno a uno.
Eso de castillo/mansión y diferentes invitados que quedan encerrados en ella mientras van muriendo siempre ha sido un género muy agradecido. Un cadáver a los postres, Cluedo. El juego de la sospecha, Terrorífica luna de miel... el género whodunit o peli de ¿quién lo hizo? es muy agradecido para esas noches invernales con sesión de peli y mantita, y esta quinta entrega de Aullidos no se queda atrás. Está claro que no llega a las cotas de genialidad de los clásicos, pero para formar parte de una saga que estaba totalmente muerta la cosa se queda en algo visible y no demasiado duro de aguantar. Con dirección de un tal Neal Sundstrom y un elenco casi desconocido del que apenas podemos sacar a Elizabeth Shé, que en ésta y las siguientes dos entregas repetiría presencia y personaje; Mary Stavin, una modelo sueca que salió en Octopussy, Licencia para matar o Twin Peaks; y Victoria Catlin, que también salía en Twin Peaks haciendo de Blackie, la madame de Jack el tuerto. Con una banda sonora es tan breve como enfermiza pero muy en la línea de Tangerine Dream y unos efectos/maquillajes inexistentes, ya que aquí apenas vamos a intuir al hombre lobo. Pese a eso, si nos la tomamos como una peliculita estilo Agatha Christie podemos pasar una velada bastante entretenida.
Escalofrío. The freaks (Howling VI: The Freaks, 1991). En un pueblucho polvoriento y de mala muerte llega un forastero que acaba quedándose y empieza hacer buenas migas con los pocos habitantes que quedan. Poco después, un circo ambulante llega al pueblo, éste está comandado por un tipo que descubre que el forastero que había llegado antes que ellos es un hombre lobo.
Nos encontramos con una revisión del clásico Freaks de Browning pero en clave licántropa y con algún monstruo clásico más que no desvelaré. La cosa se queda en algo bastante digno, sobre todo la última media hora, donde la cosa acaba de arrancar. Dirigida por Hope Perello, que venía de hacer trabajos varios en producciones de la Empire de los Band, siendo este Escalofrío su debut como director, para luego hacer un par de películas la mar de intrascendentes. Aunque el caso más curioso de los que estaban detrás de esta sexta parte de Aullidos era en el guión, escrito por Kevin Rock, que haría lo mismo en ese clásico del trash que es Los 4 fantásticos de la factoría Corman. En el cast lo poco destacable son Antonio Fargas, un habitual del blaxploitation; Bruce Payne, un habitual de la serie B y que le recordamos por ser el malo de Los inmortales: juego final; y Deep Roy, el Oompa Loompa de Charlie y la fábrica de chocolate. Pero si hay que destacar algo es la labor, otra vez, del equipo de Steve Johnson, con unos maquillajes muy buenos. Incluso intentan hacer una transformación del licántropo que, sin llegar a la calidad de un Robb Bottin o Rick Baker, es muy digna.
Aullidos 7 (Howling: New Moon Rising, 1995). Secuela directa de la anterior. Después de la marcha del circo, encuentran varios cadáveres que le muestran a un sacerdote con pintas de Jiménez del Oso que investiga casos paranormales, llegando a la conclusión que murieron atacados por un hombre lobo. Paralelamente al pueblo llega un forastero que busca trabajo y será acusado de los crímenes.
Sin ningún tipo de dudas estamos ante el punto más bajo de la saga, con una precariedad de medios que la llevan a la serie Z. Con muchos planos de gente andando a ningún sitio, entrando y saliendo de sitios... vamos, que las elipsis no son el fuerte del director. Amén de una banda sonora llena de country, por consiguiente mucho bailoteo de gente con botas, chaquetas con flecos y sombrerito de cowboy. Lo que, unido a que los actores son poco menos que amateurs, tiene pinta que la hicieron entre los colegas de un bar amantes del country. Cosa que más o menos se confirma cuando en los títulos de crédito comprobamos que los actores se llaman igual que sus personajes. Sin ir más lejos, Clive Turner, que aquí ejerce de protagonista, director, guionista y productor, luce unas pintas del estilo. Si le quitamos todo el material de bailes y escenas que no tienen nada que ver con la historia, posiblemente nos quedásemos con la mitad del metraje. Además, reciclan algunas escenas de las dos anteriores entregas (no olvidemos que Turner era productor de la cuarta y la quinta, en las cuales también hacía algún papelillo) e, incluso, rescatan a Marie Adams, protagonista de la cuarta, repitiendo papel. Todo ello le da cierta gracia al asunto, ya que se intenta hilvanar las últimas entregas de la saga, haciendo ver que los personajes que interpretaba Clive Turner era el mismo personaje que estaba investigando casos de licantropía de incógnito, pero la cosa no da para más porque ni hay dinero, ni hay talento y mucho menos nociones de cine. Apenas vemos a un hombre lobo, que sólo hará acto de presencia al final, con una transformación morphing estilo de la de Licántropo y un maquillaje inexiste, que básicamente es una careta de plástico. Nunca se llegó a distribuir en nuestro país, lo cual ya nos deja claro que si ni siquiera salió en videoclubs es que la cosa estaba muy mal.
Ya en 1998 nos llegó Aullidos 8: Resurrección, pero esto fue más por parte de la distribuidora de querer colárnosla ya que en su versión original era The strangers. Y en 2001 apareció directamente a DVD Aullidos: el renacimiento (The Howling: Reborn, 2011), la cual, salvo el título, no tiene nada que ver con la saga (¡ni que las anteriores tuvieran algo que ver entre sí!), ni siquiera en los títulos de crédito se menciona que esté basada en alguno de los libros de Gary Brandner, así que no la consideraremos parte de la saga. Una saga que en cada uno de sus nuevos episodios ha ido enfangándose más y más en la inmundicia más absoluta hasta llegar a la zetosa séptima entrega.
2 comentarios:
No sé que tienen las sagas de terror que acaban saltándose sus propias reglas, cada vez con menos presupuesto y reutilizando guiones que no eran para la saga...
La primera el final está bien y de la segunda me acuerdo del grupo cantando y aullando... las siguientes no he tenido el dolor de verlas.
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