Pesadilla antes de Navidad tuvo un éxito discreto si lo
comparamos con las otras producciones Disney de la época, aunque el
tiempo y (sobretodo) el merchandising acabasen reportando pingües
beneficios a las arcas del tito Walt. Rápidamente su director, Henry
Selick, se embarco en otro proyecto bajo la técnica del stop motion,
James y el melocotón gigante, pero esta vez era algo más personal, no un
encargo como lo fue su anterior film. Aunque para ello tuvo que
cobijarse bajo el amparo de Tim Burton. La película no llamó demasiado la
atención y no tuvo éxito, y Selick le reprochó a Burton su poca ayuda
que, básicamente, se limitó a presentar el proyecto a Disney y
sanseacabó.
Esto condenó al director al ostracismo durante la segunda mitad de los 90, limitándose a algún chorto y poca cosa más.
Ya en el nuevo milenio apareció un cómic llamado Dark town de Kaja Blackley, que, en cuanto cayó en mano de Sellick, vio un material con potencial para ser llevado a la gran pantalla. Aunque su intención era hacerlo totalmente animado, la cosa cambió con la entrada de Chris Columbus, que por la época estaba liado con las primeras entregas de Harry Potter. El guionista de Los Goonies acabó imponiendo la idea de rodar con actores y añadir elementos animados.
Una vez que Dark town fue convertido en guión, pasó a llamarse Monkeybone. Curiosamente el guión venía firmado por Sam Hamm, otro rebotado de Burton, que se encargó del mismo para el Batman de 1989 e hizo lo mismo con el de Batman Returns, aunque este último acabó siendo rechazado por el director y simplemente apareció acreditado en "Story by".
Stu Miley es un apocado dibujante que crea a Monkeybone, un mono con un fez. Detrás de él tiene un engranaje de representantes, productores y empresas de televisión dispuestas a que su creación tenga serie de animación y miles de muñequitos que generen millones de dólares. Pero el pobre dibujante pasa bastante de estos asuntos y lo único que le preocupa es pedir matrimonio a su novia. Para su mala suerte, el día que va hacerlo tiene un desgraciado accidente que lo deja en coma. Y aunque para todo el mundo está lastrado en una camilla, su mente viaja hasta un mundo repleto de personajes estrafalarios que se alimentan de sus miedos.
El principal problema de Monkeybone es que es una mezcla de ideas que en su edición final fueron cercenadas, todo por obra y gracia de Columbus, que se cargó casi media hora. Lo que hace que se note mucho en escenas poco desarrolladas y que quedan en el aire. Además de ese problema, tenemos una bajona cuando la acción pasa a la realidad. Por fortuna la gran mayoría del metraje acontece en el mundo imaginario de los bajos fondos. Lo mismito que le pasaba a Cool world (Una rubia entre dos mundos), título con el que guarda fuertes paralelismos.
Evidentemente, y viniendo de quien viene, el aspecto visual de ese mundo onírico es muy llamativo, aunque hay momentos que parece que han metido una amalgama de personajes que nunca acaban de congeniar, aunque esto también es debido a que utilizaron técnicas diferentes para los personajes (disfraces, animatrónics, stop motion, maquillaje...).
Brendan Fraser tampoco ayuda. Su cara de atontado puede irle bien al Stu taciturno, pero cuando está poseído por Monkeybone y tiene que dar ese aspecto macarrilla chirría con el mismo estrépito que lo haría Tobey Maguire simulando a Tony Manero.
El conjunto de personajes no es ajena a su tono. Lo que en un principio puede darnos la impresión de producto para toda la familia da un giro brutal nada más empezar, cuando nos proyectan el episodio piloto de la serie de animación, donde un Stu aniñado se excita viendo a su anciana profesora, con sus flácidos brazos, para seguidamente eyacular al mismísimo Monkeybone. En cambio, el climax final es de una simpleza e infantilismo digna del Disney Channel.
Ojo, que pese a tantos peros el film es una tontería que se deja ver (para luego olvidar) y no se hace demasiado insoportable ya que siempre podemos descubrir personajes escondidos en algún rincón del inframundo (esa escena con Stephen King -que no pudo rodar porque acababa de tener su conocido accidente y buscaron a un doble-, Poe y compañía). Luego, en las secuencias del mundo real, como he comentado, la cosa decae. Y es que el fuerte de Selick nunca fueron las escenas con actores reales.
No he leído Dark town, pero seguro que la cosa hubiera sido más redonda de haberse realizado en su totalidad en animación como era la primera idea de su director.
El film terminó siendo un fracaso estrepitoso. Costó 75 millones de dólares y apenas recaudó 8. Evidentemente eso dejó muy tocados a los implicados. Bridget Fonda hizo un par de pelis más, la mayoría poco o nada destacables, tuvo un grave accidente de coche y se casó con Danny Elfman (¡otra conexión con Tim Burton!) y se retiró de la industria. Por su parte Brendan Fraser tuvo más suerte y ese mismo año empalmó con la secuela de La momia, que tuvo mucho éxito, y El americano impasible, que le reportó muy buenas críticas.
Sam Hamm se asoció con Joe Dante y le escribió Haunted Lighthouse, un mediometraje en 4D para parques de atracciones, y dos capítulos para Masters of Horror, El ejercito de los muertos y El eslavón más débil. Y desde hace 8 años que no se le conoce proyecto. Y a Henry Selick le costaría casi una década sacar adelante otro largo para renacer de sus cenizas. Pero eso ya es otra historia.
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