¡Juguetes! (I)

Ahhhh, los juguetes. Aunque a muchos les haga gracia lo del espíritu navideño y demás paparruchas lo que aquí nos importa es el afán consumista y que nos regalen cuanto más mejor y cuando uno es niño solamente piensa en una cosa: ¡juguetes!

La extinta Exín sacaba de todo, desde los Exin castillos, los Madelman, los Tente o los eternos Scalextric y Cinexín. A mediados/finales de los 80 le dio la vena deportiva con el Exin basket. El asunto tenía su gracia: una cancha de baloncesto con unos cuantos agujeros de los que sale un chorro de aire cuando pulsemos uno de los tres botones. El aire iba elevando el balón, que era de corcho, mientras nos volvíamos locos para hacer una canasta. En la teoría la cosa tenía su gracia, pero a la práctica era otra historia. Los balones eran demasiado delicados, y como alguno acabase en el suelo (cosa de lo más normal) y algún despistado le diera un pisotón te quedabas sin. Y lo que decía antes, meter canastas era un suplicio y te pasabas más rato buscando la bolita, ya que acaba saliéndose del campo en demasiadas ocasiones.

El juguete era una nueva versión de Balon-cesto, aparecido en los años 60 y que, en esencia, era lo mismo pero cambiando el sistema de impulso del balón, en lugar de aire era un arcaico sistema de palancas.

Años después lo intentaron solucionar con una nueva versión, esta vez la pista tenia un plástico transparente alrededor para evitar la fuga del balón, pero era demasiado tarde, los videojuegos habían desembarcado a la península.

También probaron fortuna con trasladando el concepto al mundo futbolístico con Exin gol. Todo ello para dar un paso adelante respecto al Subbuteo (¡cuando lo anunciaba Schuster!). Ya en los 90 apareció el Pro action fútbol con su sistema de imanes. Yo lo tuve y no pasé de usarlo un par de veces, más que nada porque el tapete te venía plegado y, aunque en las instrucciones indicaba que con una pasada de plancha quedaba perfecto (cosa que era mentira), los pliegues impedían el correcto deslizamiento de los jugadores. Además, era un coñazo montar todo el tinglado para hacer unos partidos que se hacían soporíferos. ¿Quién quería eso estando en la época dorada de los 16 bits con los Fifa y los International Superstar soccer?

Y por fin llegarón los Masters del Universo. Lo que tenía que haber sido una línea de muñecos de la película de Conan, cobraron vida propia con un montón de figuras, accesorios, vehículos y castillos.
Casi me debí hacer pipí encima cuando por mi quinto cumpleaños me regalaron el pack que incluía a He-man y a Skeletor. ¡Guau! Mis primeros Master y eran los cabecillas del bando de los buenos y malos. Además de sus accesorios, los cuales siempre acababa perdiendo (¿por qué sacaban esas espadas y escudos tan pequeños?), el blister incluía una cinta de cassette con aventuras de los personajes en plan radionovela. Esto no era demasiado extraño, en la época también tenía una de Bravestar.
Hubo un tímido intenta por sacar el spinoff de She-ra, la prima de He-man, pero era demasiado rosa para los chicos y demasiado testosteronado para las niñas, con lo que unido al poco éxito de la serie animada la cosa no cuajó.

Paralelamente pasaban por mis manos los Secret Wars, figuras del mundo Marvel que seguían sufriendo de escasa articulación. Capitán América, Lobezno (con el traje amarillo), Doctor Muerte, Halcón… fueron los que me tocaron aunque, como buen repelente niño Vicente, quería más y me quedé sin catar otros que me llamaban más como Daredevil o Spiderman con el traje negro.
La característica más llamativa de estos muñecos es que llevaban unos escudos con una ilustración en su interior, al darle cierta inclinación el dibujo cambiaba. Vamos, lo mismo que los hologramas de los Transformers que regalaba Bollycao. Siguiendo con los escudos, los del bando de heroes eran redondos y el de los villanos cuadrados, lo que hacían que se puedieran encajar en algunos de los vehículos de la colección accionando algún sistema secreto del mismo.
Además de algunas figuras, lo gocé con la base de los malos, una plataforma para el helicóptero del Capitán América (que no tuve) y la Turbo cycle, una moto con sidecar de aspecto futurista.

Entre medias habían caído a mis manos los llamados Airgam comics, una de esas colecciones perpetradas por Airgam, dispuesta a lo que sea con tal de vender. En este caso jugar con los sentimientos de un niño y la desinformación de los padres. La jugada consistía en una línea de figuras que plagiaban vilmente los superhéroes de los comics americanos pero cambiándoles el nombre y el atuendo lo suficiente para evitar acciones legales.
Esta historia no nos era desconocida, ya que la empresa hacía lo mismo con los monstruos clásicos o el mundo Disney.

 

       (Continuará...)