jueves, septiembre 13, 2012
La noche del terror (Masacre Zombie)
Desde hace una década que hay un revival del género zombie pasada esa travesía que fueron los 90, donde la producción de este tipo de películas era tirando a escasa. Con el pistoletazo de salida impartido por Resident evil, para luego reafirmarse con 28 días después y El amanecer de los muertos, el remake de la de Romero. Evidentemente todo esto ha traído una retahíla de morralla infecta, hecha con cuatro chavos, escasa imaginación y mucho efecto digital de saldo. Lo mismo que 30 años atrás, cuando el éxito de la segunda entrega de la trilogía de Romero, Zombi (Dawn of the dead) consiguió lo que no hizo la primera, poner de moda a los zombies.
A partir de ahí, los italianos a la cabeza, la veda estaba abierta para sacar partido al género. Lo que aquí se conoció como Nueva York bajo el terror de los zombies de Fulci no era más que un exploit como la copa de un pino del Zombi de Romero. No por casualidad, pero sí que con mucho morro, el film, internacionalmente, se le conoce como Zombi 2 (dicen que de ahí surgió la enemistad entre Argento, productor del original, y el director de Aquella casa al lado del cementerio).
Pero, como decía antes, la mierda abundaba en el género, muchas procedentes de Europa, donde aprovecharon que comprando una bolsa de casquería en la carnicería de la esquina y poniendo cuatro arapos a los actores ya finiquitábamos un film del género. Y si a eso le sumamos que muchas se rodaban en República Dominicana y países del estilo, muy exóticos pero donde era muy barato rodar, ya teníamos el negocio redondo.
Zombi holocausto, El lago de los muertos vivientes, Comidos vivos, El más allá, La invasión de los zombies atómicos (¡con Paco Rabal!), Apocalipsis caníbal, Zombie 3... forman parte de ese "selecto" grupo que buscaban subirse al carro. Y todas estas, que seguramente serán tachadas de auténtica basura cinematográfica, son las más divertidas. Me río yo de la nueva remesa de films. El auténtico fan del género es el que se sabe al dedillo estas auténticas abominaciones.
Y, por supuesto, entre ellas, teníamos La noche del terror (Masacre Zombie), la que hoy nos ocupa. El argumento más básico que una ameba: un grupo de personas llega a un caserón dispuestos a pasar un fin de semana, sin caer en la cuenta que en los alrededores campan a sus anchas unos zombies que reviven por la incompetencia de un profesor que abre una tumba en unas ruinas etruscas.
El film es pura serie Z, donde se nota a leguas que alguien debió decir "vamos a pasar unos días al caserón de un amigo y a ratos nos rodamos una peli de zombies". Actores malos, medios escasísimos, un argumento que se nota que está improvisado sobre la marcha y una cutrez a niveles estéticos que parece llegada del tercer mundo.
Por alguna razón estos subproductos solían llevar alguna escena que quedaba en la memoria del espectador. En Nueva York bajo el terror de los zombies, aparte de la escena del zombi peleando con un tiburón, dejaba poso la astilla clavándose en el ojo de Olga Karlatos; en Miedo en la ciudad de los muertos vivientes tenemos el momentazo del tío que le taladran la cabeza.
Aquí los que se quedó en la retina del respetable es cuando el hijo de la prota le muerde un pecho y se lo arranca, no es que sea para tirar cohetes, pero es lo que hay.
Detrás de las cámaras tenemos a Andrea Bianchi, el clásico mercenario de la escuela italiana que filmaba cualquier cosa que tuviera el suficiente morbo para que funcionase en taquilla.
Pero ojo, que este tío llego hacer una versión de La isla del tesoro con el mismísimo Orson Welles. Vale, el orondo director ya estaba bastante de vuelta de todo y se metía en cualquier fregado (ya fuese films de segunda y tercera fila o anunciar jabones) por sacar cuatro chavos e ir haciendo su Quijote, pero ahí estaba y no cualquiera puede presumir de eso. Pero es que si sigo nos podemos topar que se marcó un debut con Diabólica malicia, protagonizada por Mark Lester (nada que ver con el director de Commando), un crío prodigio que protagonizó clasicazos como Oliver, El príncipe y el mendigo de Richard Lester o ¿Quién mató a la tía Roo?, film de culto donde los haya.
Amigo de rodar con viejas glorias en pleno ocaso de su carrera. A los antes comentados se les puede añadir: Robert Ginty (El exterminador), Henry Silva (El mensajero del miedo), Chuck Connors (Cuando el destino nos alcance), Adolfo Celi (Diabolik), Carrol Baker (Baby doll).
Una de las cosas que más llama la atención del film es un personaje llamado Michael, el chaval que antes comentaba que le pegaba un mordisco a su madre. Bueno, eso de chaval es un decir, ya que el tipo, un tal Peter Bark, tenía 25 años cuando hizo la peli interpretando a ¡un niño de 12 años! Al parecer, por algún impedimento legal, no podían usar a un chaval de verdad y tiraron de este extraño espécimen que debía tener algún tipo de enfermedad. Cosa que, por otro lado, es lo que acabó dando algo de entidad al film e hizo que a día de hoy prevalezca en la memoria.
El careto del personaje, como puede verse en la foto inferior es malrrollista hasta límites extremos. Si a eso le sumamos que en la peli se da a entender que tiene algún poder telequinésico (o eso entendí yo, porque el film está explicado con los pies) y que está obsesionado a su madre, a la que constantemente besa y soba con ansia, podemos darnos por satisfechos.
Hay que apuntar que en otras películas de Bianchi, Diabólica malicia o La mujer de mi padre, encontrábamos ese toque incestuoso, con lo que esa predominante en la filmografía del italiano da mucho que pensar.
Había alguien que decía que lo más grotesco de La noche del terror (Masacre Zombie) no son los zombies, sino la peña que sale... totalmente cierto. A parte del "chaval" de arriba, los señores que campan por sus zetosos fotogramas son tan o más repugnantes que los zombies por los que son devorados. Señores con bigotillo setentero que se aprovechan de los tintes eróticos con los que el director impregnaba la ya desagradable atmósfera del film para magrear a las milf sin ningún tipo de vergüenza.
Sí, el film es una mierda, pero para ser un hombre de pelo en pecho hay que pasar por estos tragos.
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