Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (Paura nella città dei morti viventi, 1980) es la primera de la llamada trilogía de la muerte que el propio Lucio Fulci no la veía como tal, formada por El más allá (...E tu vivrai nel terrore! L'aldilà, 1981) y Aquella casa al lado del cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1981). Los más listillos ya sabrán que no es una trilogía de las que hay una línea argumental que se va desarrollando entre ellas, si no por el hecho que en ellas aparece el elemento de unas puertas que conectan este mundo con el de los muertos. Tanto en ésta como en El más allá es más que evidente porque así aparecen, mientras que en Aquella casa al lado del cementerio no se mencionaba para nada estas "aperturas", pero aun y así siempre ha formado parte de esta trilogía, más por el imaginario popular que porque así las considerase su director.
Recordemos que Fulci había dirigido de rebote Nueva York bajo el terror de los zombi (Zombi 2, 1978) —tenía que haberla dirigido Enzo G. Castellari— que se acabó convirtiendo en su éxito más sonado y, pese a que ya había ido dejando algún que otro momento de casquería en sus anteriores trabajos, ahí pudo Lucirse a tope. Con lo que, y siendo el director un tipo que nunca escondió su interés por hacer negocio puro y duro y preocuparse más por la pasta que por los logros artísticos, no se lo pensó dos veces a la hora de meterse de lleno en el terreno del splatter y el gore. Así que, después de un alto con Luca el contrabandista (Luca il contrabbandiere, 1980), un poliziottesco no exento de violencia y momentos salvajes, se metió de lleno en el terror.
En el pueblo de Dunwich un cura se suicida ahorcándose. Este hecho será presenciado por Mary desde Nueva York mientras está en trance en una sesión espiritista, para seguidamente caer muerta. Esto hará que el periodista Peter Bell se interese por el asunto, personándose hasta el cementerio donde la están enterrando y descubriendo que sigue viva dentro del ataúd. Una vez liberada descubren que la muerte del cura desembocarán en el regreso de los muertos a nuestro mundo la noche de Halloween.
Como es habitual en el director, este argumento acabará siendo un sinsentido con personajes que toman decisiones cuanto menos extrañas, y que, no nos engañemos, está explicada con los pies. Hecho que para los fans será motivo de la genialidad de su director, que juega con el surrealismo, mientras que los detractores lo achacarán a su incapacidad. Personalmente creo que hay un poco de todo, cosas que son intencionadas y otras que le salieron así por birlibirloque.
El film tiene algunos momentos icónicos no sólo de la filmografía del director italiano, si no del género del terror. Escenas como la de MacColl dentro del ataúd gritando e intentando salir, claramente inspiradora de una escena similar en Kill Bill. Volumen 2 (Kill Bill: Vol., 2004) —no por casualidad en los agradecimientos estaba el nombre del director italiano—. Pero, sin duda, lo más recordada es la que atraviesan la cabeza de un tipo con una máquina de taladrar. Una escena que Fulci dilata hasta la extenuación y nos la muestra con toda la crudeza posible, ayudado por unos efectos realmente buenos. Cosa que nos lleva a las muchas escenas tremebundas con las que nos obsequia haciendo que la película fuera censurada en multitud de paises como Alemania o Reino Unido, pasando a engrosar la lista de video nasty. Pero eso es algo habitual dentro de la filmografía del director. Recordemos que por estos lares eran films que acababan con la clasificación "S".
En el cast tenemos a Katriona MacColl, que aquí haría su primera aparición en el universo Fulci, siendo protagonista después de El más allá y Aquella casa al lado del cementerio; Christopher George, que un par de años después lo veríamos en Mil gritos tiene la noche de Piquer Simón; Carlo De Mejo, Fabrizio Jovine y Daniela Doria, unos habituales en aquella época en las pelis de Fulci; además de un cameo del propio director y un pequeño papel para Michele Soavi, futuro director de Aquarius (Deliria, 1987) o Mi novia es un zombie (Dellamorte Dellamor, 1994) y que acabó horrorizado ante lo déspota que era Fulci en el set de rodaje y nunca volvieron a coincidir.
Miedo en la ciudad de los muertos vivientes se rodó en 4 semanas y 10 días después se estrenaba en los cines italianos. Sí, apenas tenían semana y media para hacer toda la edición. Pero es lo que había en la época con estas películas. El propio Fulci había llegado a firmar 3 o 4 films el mismo año.
Con ese sistema poco margen de maniobra tenían, de ahí que, muchas veces, tenían que hacer auténticas piruetas en la sala de montaje. Ya es mítico ese plano final de Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, que en un primer momento apunta a un happy end, pero que la magia del montaje y la mala leche del director para colocar un grito en el último segundo haga que nos quedemos con el culo torcido. Lo que inició ya su marca en esta trilogía con finales negativos para sus protagonistas.
Para terminar la curiosidad que existió una edición en VHS con el título de Entrada al infierno, con una carátula realmente chusquera, no sólo porque el dibujo del cura poco o nada tenga que ver con el que aparece en la película, si no por lo mal dibujado que está. Casi a la altura de la edición Argentina, que ahí se llamó La puerta del infierno.
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