Hace muchos años que Argento ni está ni se le espera. Y que la última película que, para mi gusto, sea más o menos disfrutable en su totalidad sea Trauma y date de 1993 es sintomático.
Igual que a otros directores, el digital se le ha atragantado y le ha sentado terriblemente mal. Que está claro que sin ese sistema no hubiera podido parir la mayoría de los films de los últimos 10 o 15 años, pero que para ese viaje no hacían falta esas alforjas.
La mayoría se han quedado en cosas insustanciales que, (muy) de vez en cuando, atisban algún detallito de genialidad. Y es que, el que tuvo retuvo. Pero poco.
Y si de ese exclusivo y selecto club de abortos del director romano decimos que el tuerto es Insomnio, que consigue retomar algún momento de cierto canguele made in Profondo rosso, pues está todo dicho.
Ni el finiquitar su trilogía de las tres madres le sirvió al pobre Dario para limar asperezas con su fándom particular.
Como viene siendo habitual, la normalidad imperaba en la red de redes cuando se anunció este Drácula 3D con un póster cochambroso y el personal iba limando sus garras cual Lobezno.
Si todos los indicios no auguraban nada bueno, el acabose eclosionó con aquel famoso vídeo que lanzaron al cyber espacio. No sé si fue obra de algún graciosete que estaría trabajando en la edición del film o de la productora con vista a promoción, pero la cosa acabó de la misma forma que si Argento se hubiera cortado la gónadas y se las hubiera ofrecido a sus fans a modo de ofrenda. Rápidamente salieron a decir que era un workprint, que los efectos todavía estaban por acabar y que aquí no ha pasado nada. Que era una copia de trabajo estaba claro, a día de hoy es imposible que un producto comercial luciera esos (d)efectos digitales sin texturas, más propio de algún videojuego de los 90. Pero el mal ya estaba hecho y nadie daba un duro por la película. Lo jodido del caso es que muchos de esos efectos acabaron tal cual en la versión estrenada.
Que Argento adapte un clásico como Drácula se hace raro. Al tipo se le supone otro tipo de películas, y no un relato gótico de época. Y si no que alguien recuerde su versión de El fantasma de la ópera. Espantosa.
Argento no se la juega y regurgita una versión del clásico de Stoker bastante fiel al original, y lo que ha cambiado parece más por imposición de los medios con los que cuenta que por intención de aportar sangre nueva al entuerto.
Los efectos, evidentemente, no eran todos los que vimos en el mentado workprint, pero tampoco van mucho más allá. Hay cosas muy pobretonas, como la escena de Asia Argento envuelta en llamas que no tiene nada que envidiar a lo que puede ofrecernos cualquier cochambroso programa de edición de vídeo freeware. Otras escenas que se nos quedará grabada en la retina es la de la mantis religiosa o Drácula formado por miles de moscas. Simplemente inadmisibles en los tiempos que corren.
Otro detalle: vemos a mucha gente bajar del tren cuando llegan al pueblo, pero el tren SIEMPRE esta parado. Con esto ya nos hacemos una idea de que no irían muy sobrados de money. Ojo, que en el fondo es lo mismo que cuando meten un matte painting de fondo y no deja de tener su encanto.
Pero es lo que tienen las co-producciones, que por rapiñar algunos miles de euros más, has de pasar por el aro y que te encasqueten actores malos como la tiña o que el propio Enrique Cerezo esté acreditado como guionista. Aun y así, Argento no puede evitar contar con sus estimables Simonetti en la OST, Stivaletti en los pocos efectos analógicos, o recuperar a Luciano Tovoli que le había hecho la fotografía en Suspiria e Inferno. Además de recuperar a los actores Thomas Kretschmann (El síndrome de Stendhal), Giuseppe Lo Console (Giallo, ¿Te gusta Hitchcock?) y, por supuesto, su hijísima (esa fijación de su padre por rodarla en pelota picada no es normal, oiga).
Por lo demás, una peliculita de bajos vuelos no tan espantosa como se le presuponía (o que iba con expectativas demasiado bajas), pero que (como era de esperar) queda demasiado lejos de los buenos Argentos, y ni siquiera un Rutger Hauer de "pasaba por aquí para cobrar el cheque", al que no vemos ni 20 minutos en pantalla, nos sube la moral. Al menos si que ofrecen unos buenos hachazos que nos recordarán al Argento de hace 30 años. Todo para quedarnos con un acabado de decorados demasiado acartonados, que no desentonan con los del Drácula de Salieri y Selen, de aquellos que recuerdan a los telefilms de hace 30 años de la BBC, pero con un poco más de sangre, tetas y los peores efectos digitales paridos en este milenio.
Ojito, que no voy a ser yo el que se lleve por delante a Argento ni a su Drácula. Que este señor de prominente flequillo y mayor frente, ha parido Tenebre, Suspiria, Inferno, Rojo profundo... que nos han hecho vibrar los intestinos como solo sabe hacerlo la comida mejicana. ¿No decía Fernán Gómez aquello que los actores eran unas putas que tenían que hacer disfrutar a los espectadores porque si no se iban con otra que follara mejor? Pues eso.
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