Warren y Fred son una pareja de veinteañeros que se dedican a rodar chortos y películas de mala muerte. Un día, Warren recibe la notificación de que ha de ir a la lectura del testamento de su abuelo, un millonetis que le ha dejado toda le herencia. Herencia que finalmente se reduce a un tiquet de una casa de empeño, que previo pago de 20 dólares le darán un maletín repleto de fotografías y un viejo reloj.
Esa noche a las 12, (la hora que salen los fantasmas, según decía Mortadelo en El armario del tiempo) del reloj sale una especie de ectoplasma que se mete en los sueños de Fred, que acaba teniendo visiones con el abuelo de Warren y su mayordomo. Al día siguiente dedicará todo su ingenio en fabricar un animatrónic con el aspecto del mayordomo. Esa misma noche el fantasma del mayordomo tomará el control del muñeco y ayudará a los chicos en su aventura de buscar la fortuna perdida del abuelo en un viejo caserón.
Leyendo fríamente la sinopsis uno puede pensar que estamos ante una entretenida cinta juvenil con ese encantador regusto de los años 80, ¡hasta a mí me lo parece! Pero no, nada más lejos de la realidad.
La tercera película del hoy todo poderosos Roland Emmerich fue un intento de meterse en Hollywood rodando este engendro a medio camino entre Alemania y los USA, con actores americanos pero con equipo técnico germano. Y para conseguirlo se valió de todos los tic de las pelis que nos llegaban de Hollywood, empezando con una cancioncilla de Belouis Some que nos taladra desde los títulos de crédito hasta el final y más allá; y con una estética demasiado ochentera hasta para una película de los ochenta, con esa casa repleta de muñecos y posters de pelis, hasta el coche fúnebre que conducen los protas.
Los actores son malísimos, empezando por el prota, un tío con nariz de cerdo que cada vez que lo veía me venía a la mente el pobre Porky, y su amiguete director de chortos que, si en la época hubieran hecho una adaptación de Los cazafantasmas de la Filmation, podría haber encarnado sin problemas a Jake Kong Jr.
Pero para darle la nota yanki, Roland se sacó de la manga a dos símbolos de la comedia adolescente ochentera, por un lado a Chuck Mitchell, que nadie sabrá quien e,s pero que si apunto que era el Porky del Porky's de Bob Clark la cosa está más clara; y como villano de la función a un perdidísimo Paul Gleason.
Estamos ante un film muy torpe, con escenas que están fatalmente rodadas, como esa en la que los protas luchan contra una armadura, que da la sensación que está ahí para alargar el metraje hasta unos mínimos 85 minutos. Por no hablar que hay un momento que hablan de cosas que no hemos visto. Quizás escenas que acabaron en la sala de montaje y podría ser que apareciera en la versión alemana que es la versión apadrinada por Emmerich y dura 20 minutos más.
Los efectos flojísimos, a excepción del animatrónic del mayordomo, que sin ser para tirar cohetes no molesta y es bastante digno, aunque no deja de ser su llamativo parecido con E.T.
El secreto de los fantasmas (o Hollywood-Monster en su versión original y Ghost Chase en su distribución en USA) es el clásico ejercicio de Emmerich de querer ser Spielberg. Es por eso que nos encontramos en una especie de conglomerado de E.T. El extraterrestre, solo que aquí cambiamos los chavales por veinteañeros y al extraterrestre por un fantasma mezcla entre Yoda y E.T.
1 comentario:
la portada la recuerdo, de haberla visto mil veces, la pelicula no la vi nunca, y ahora tampoco la voy a ver.
¿No vas a hacer un artículo de "los cazafantasmas" de Filmation? no seas garrulo enlazando el comentario de los cazafantasmas a Pinocho de filmation...
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