jueves, noviembre 03, 2011
El secreto de Joey
Dice la Wikipedia que Roland Emmerich quería ser diseñador de producción, pero que después de ver La guerra de las galaxias tomó la decisión de ser director. Maldita fue la hora.
Recuerdo que de pequeño teníamos esta peli por casa, y por mucho que mirara la carátula había algo que no me llamaba. No es que me diera miedo ni nada de eso, simplemente tendría pelis mejores que poner en el VHS. Y visto lo visto, tenía mejor olfato para detectar los truños hace 25 años que ahora.
La historia del chaval que tiene poderes telequinésicos y se le muere el padre, con el que habla a través de un teléfono de juguete, ya tiene su gracia como peli de terror, pero si a todo eso le añadimos que el tal Joey se encuentra en una casa abandonada un antiguo muñeco de ventrílocuo que tiene vida propia y se dedica a amargarle la vida al crío ya tenemos todos los ingredientes para generar un clásico del terror.
Lástima que Roland Emmerich, ese señor obsesionado con destruir el mundo (Independece day, El día del mañana, Gozilla, 2012...), estaba más preocupado en hacer su versión de E.T. El extraterrestre, con unas gotitas de Encuentros en la tercera fase y Poltergeist (amén de los innumerables guiños a Star Wars), que se debió limpiar el culo con esas buenas ideas mientras fotocopiaba el guión de la película de Spielberg.
Además, es curioso que en esta su segunda película (aunque muchos la catalogan como la primera, realmente su debut fue con El principio del arca de Noé, basada en el chorto que presentó para su tesis) pasa totalmente por americana, en cuanto a estética, como está rodada y lo hace con buena nota. Es por eso que me sorprende que su siguiente película, El secreto de los fantasmas, tuviera ese aire tan descuidado.
El secreto de Joey es un batiburrillo de ideas que por si solas podían haber funcionado pero que en conjunto se convierten lastres unas de otras. Hasta la hora de metraje parece que el director tiene claro los elementos de niño, padre fantasma y muñeco satánico, pero es ahí cuando comienza a meter las aventuras de los niños en un laberinto, gente que pone en cuarentena la casa para investigar los poderes del niño, y pasamos de una posible película de terror a una de aventurillas infantiles estilo Goonies, y ahí es cuando definitivamente nos perdemos en la historia. Por no hablar de la parte final en la que Emmerich, el que quiso ser el Spielberg alemán y se quedó en el Ronald McDonald del celuloide, debió pensar "no sé que hacer y pongo escenas abstractas y me quedo tan ancho".
Y es por eso que me resulta triste que habiendo tenido tantos y tan buenos mimbres, se haya desperdiciado solo por la cabezonería de un director por intentar ser el realizador de E.T. y no tener un poquito de personalidad.
Y pese a lo mucho que la aborrecí en su visionado, todavía le sigo dando vueltas algunas cosas que me parecen francamente buenas (el muñeco da mal rollo y solamente la cagan cuando habla, mientras no dice nada se limita a soltar gruñidos que le dan un aspecto amenazador; el reportaje en blanco y negro que habla de él; o el laberinto del final, realmente siniestro) pero que en su conjunto naufragan, como es el caso de esa música insoportable que debieron hacer con un teclado Casio o igual eran los descarte de La corona mágica.
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1 comentario:
Yo ésta la revisé hace relativamente poco, como dices hay cosas que están muy bien: el muñeco es muy chulo y el teléfono de juguete por el que llama el padre,aterrador, pero la peli es un jaleo que acaba asfixiandote, aún así la ví enterita.
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