viernes, agosto 17, 2018

Cobra. El brazo fuerte de la ley


A mediados de los 80 Stallone era uno de los blancos fáciles para la crítica. Sí bien con su salto a la primera división con el éxito de Rocky (por la cual, no lo olvidemos, tuvo una nominación a los Oscar como guionista y otra como actor en los Globos de oro) se ganó cierto crédito como "artista" más allá de ser un amasijo de músculos, cosa que, más o menos aguantó con F.I.S.T. Símbolo de fuerza pero ya con La cocina del infierno, su debut como director, o Rhinestone el castillo de naipes empezó a desmoronarse. Al menos le quedaba el favor del público, el cual seguía yendo a ver sus películas en masa pese a ir sorteando algún que otro traspiés como Los halcones de la noche (más por expectativas que por los resultados reales), pero Rocky y John Rambo siempre estaban ahí para parir una nueva secuela y mantenerlo en la primera línea del starsystem.

Por el camino se le cruzó Paula Gosling y los primos Menahem Golan y Yoram Globus.
La primera es la autora de Fair game (que si no voy errado aquí nunca se ha editado), que acabó siendo adaptada por el propio Stallone dando vida a Cobra (una década después el libro volvería a tener otra adaptación, Caza legal con William Baldwin y Cindy Crawford) y el dúo israelí empezaría a darle cheques en blanco al actor en su intento por llevar a la Cannon al nivel de las majors hollywoodienses.


Para dirigirla se fichó a George P. Cosmatos, que acababa de hacer lo propio con Rambo. Acorralado Parte II. Aunque se dice que ahí el que cortaba el bacalao era el propio Sly, cosa que no sería ningún disparate pues, años después, Cosmatos aterrizaría, por sugerencia de Stallone, en el set de Tombstone. La leyenda de Wyatt Earp cuando Kevin Jarre (curiosamente guionista de Rambo II) fue despedido, aunque quien en realidad tomaba las decisiones era Kurt Russell.

Para el reparto Sly adjudicó a su pareja de la época, Brigitte Nielsen, como la socorrida dama en apuros; además de contar con Reni Santoni, que alguno lo recordará como el Poppie de Seinfeld, aquel tipo que no se lavaba las manos después de miccionar; Art LaFleur, secundario mítico en mogollón de productos y subproductos; David Rasche, que ese mismo año protagonizaría la serie Sledge Hammer; y Brian Thomson, una especie de Chuache en versión fea que podría haber tenido mejor carrera pero se quedó como malo (con esa cara no podía hacer de bueno ni de broma) en Noche de miedo 2 o Doctor Mordrid y de ahí a serie B.




Cobra podría resumirse como la historia de un poli que debe proteger a una testigo. Simple y directo. Pero Sly lo que hace es hacer su propia Ruta sucida mezclada con Harry el sucio (justamente en el cast encontramos alguna cara que ya apareció en la película de Don Siegel) cuando el cine de justicieros ya estaba de capa caída (no hay más que ver las entregas de El justiciero de la ciudad de mediados de los 80, virando cada vez más a una autoparodia involuntaria). Además de salpicarlo todo con detallitos muy suyos, que si bien le funcionaron en Rocky aquí se le veía el plumero. Ya fuese el añadir diálogos intrascendentes para la trama (Cobra tiene cierta obsesión para que su compañero deje de tomar demasiada azúcar y se tire por una dieta más sana) o colarnos escenas puramente videocliperas (Tony Scott style) con canción AOR de fondo. Además no se corta un pelo y mete alguna que otra idea loca, como ese coche clásico que esconde un botón para activar el modo turbo (!!!) mientras nos va telegrafiando con antelación lo que nos iremos encontrando.

La película empieza muy fuerte, con la famosa escena del supermercado (con diferencia lo mejor del film), lo que hace que luego pierda gas hasta que a mitad de película abandonan la ciudad y la cosa se empequeñece demasiado en un pueblecito más propio de El equipo A.


Vista en la actualidad, Cobra es el claro ejemplo de todos los tics más parodiados de las películas del poli de turno que tiene que traspasar la ley para finiquitar a los malos. Los tiene todos: policía expeditivo al que todo el mundo cuestiona sus métodos, lleva un arma y/o coche chanante, vive solo y se alimenta de sobras (pese a estar bien mazado), no se le conoce familia pero acaba haciendo buenas migas con la chavala de turno, tiene un compañero al que le suelen dar matarile (en este caso le dan lo suyo pero sobrevive)... sólo falta el contrapicado mientras grita venganza y tiene en sus brazos algún cadáver. Es por todo ello que si nos la tomamos a coña puede funcionar, pero a diferencia de, por ejemplo, Comando, que sí se le intuye cierto tono autoparódico dada su exageración, la película de Sly huele a leguas que todo está hecho en serio, muy en serio. 

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