Sólo por el hecho que en el VHS antes de la peli teníamos un carrusel de trailers de las distribuciones de Frade, entre las cuales estaba Aquella casa al lado del cementerio que me acojonaba vivo, ya te dejaba el cuerpo preparado para algo más que una de tetas del Pajares.
Luego nos encontrábamos un argumento super manido, visto en pelis estilo Abbott y Costello, Detectives casi privados o series de dibujos como Scooby Doo, donde una muchacha va al caserón de su difunto tío a recibir la herencia de éste, pero que los trabajadores de la casa harán lo imposible para que sean ellos los que se hagan con el usufructo. Y por ahí que tenemos a un despistado pasante que su única labor era llevar los papeles y que se verá envuelto en el lío.
Como sería habitual en una peli de Mariano Ozores, nos vamos ha encontrar muchos chistes que su gracia se basa en el momento en el que se estrena la película. Básicamente mucho chiste político (que si UCD, la hoz y el martillo...), los artistas que lo petaban (Miguelito Bosé, la imitación de Pajares de Raphael), personajes televisivos de moda (el doctor Rosado, que por la época salía en el programa Fantástico de Jose María Íñigo y que montó una publicitada clínica de depilación para luego dedicarse al tráfico de drogas) y no sé hasta qué punto las pirañas que le muerden las nalgas a Pajares son una referencia a la película de Joe Dante. Todas estas referencias hacen que para los más jóvenes o con menos memoria muchos gags pasen totalmente desapercibidos.
Pero por fortuna tenemos un cast en estado de gracia. Capitaneados con un Pajares que hace su eterno papel de tipo que no se entera de lo que pasa a su alrededor. Y que aquí llega a transformarse en licántropo, con lo que hemos de recordar que anteriormente fue Drácula ye-ye, luego la criatura de Frankenstein (Padre no hay más que dos) y en la actualidad es un cruce de momia y zombi. Si eso no es amor al género ya no sé lo que es.
Más reparto: Antonio Ozores, Adriana Vega enseñando hasta las amígdalas, José Carabias (que hoy en día sería impensable que un habitual de espacios infantiles saliese en una película erótica), Maria Isbert, Luis Lorenzo (un Víctor Sandoval de la época, en su eterno papel de mariquita), Blaki, Adriana Ozores (para mí, la peor de la película) y una mini aparición de José Riesgo (Julián, el quiosquero de Barrio Sésamo) que aquí le doblan la voz. Aunque, bajo mi punto de vista, quien se come todas sus escenas es una Maria Luisa Ponte on fire, repartiendo hostias como panes.
Y si hay hombres lobos no puedo pasar por alto su maquillaje y transformación. Aquí un diseño bastante parecido a los que lucía Paul Jacinto Molina Naschy, con la clásica transformación de transición de fundidos. Aunque lo que más me llamaba la atención es de, al tener la película una fotografía muy oscura, durante la transformación la pantalla se quedaba totalmente en negro y apenas se adivinaba algún colmillo de la bestia. Este maquillaje fue obra de Ángel Luis De Diego, que venía de trabajar con Paul Naschy (que seguro le indignó que hicieran comedias con el hombre lobo) en El carnaval de las bestias y luego lo haría en El retorno del hombre lobo.
Luego tenemos más puntos de conexión con otros títulos del fantaterror (que junto a la comedia erótica era de lo que más se facturaba por estos lares) como a Andrés Vich, que fue asistente de dirección, lo mismo que haría en La saga de los Drácula, La rebelión de las brujas o La orgía nocturna de los vampiros entre muchas otras. Raúl Artigot se encargó de la fotografía, igual que en La semana del asesino, Los demonios o El buque maldito de Ossorio, enlazando ésta con El liguero con esos resucitados que son idénticos a los templarios del director gallego, aunque él mismo se desmarcaría del parecido dándole el mérito a Ozores.
Y como último detalle del equipo técnico, Gregorio García Segura se haría cargo de la banda sonora, que, básicamente, sería un cúmulo de versiones de Thaikovsky y Bach, lo que hace sospechar que tiraron de alguna librería que tendrían por ahí. Aunque hay por ahí algún track que sí tiene la firma de García Segura que sería reciclado en varias películas como En busca del huevo perdido o Esto es un atraco, aunque sospecho que aparece en unos cuantos títulos más.
Ésta es de aquellas cintas que visioné en incontables ocasiones de crío (si, en mi casa el que salieran domingas y gatos acostados no era problema) pero que luego dejé aparcada durante años, hasta que la volví a ver en la época del DVD. Y, aunque me sabía el argumento y sus chistes de memoria, me sorprendió que la recordaba mucho más grande. Como si aquello pasase en una mansión y en una catacumbas inmensas. Luego, al revisarla, me di cuenta del cante que da la fachada de la finca que más bien sería un caserío medio en ruinas y que su interior no era el gran salón que recordaba. Y que tampoco el sótano del final eran tan grande como imaginaba. Eran las clásicas escenas que el plano no se podía mover ni un centímetro porque si no ya veríamos los focos y al electricista de turno. Por no hablar de esas entradas a pasadizos secretos a través de armarios que olía a ser un armario cualquiera y todos metiéndose ahí a tropel.
Pero esto son detallitos sin importancia que no empequeñecen esta comedia erótica con toques fantásticos que, lamentablemente se ha quedado para que, de vez en cuando, Paramount Network la ponga a horas que nadie mira la tele. Que lejos quedan aquellos primeros noventa cuando las producciones Frade o venidas de Italia eran carne de cañón en unas primerizas Telecinco y Antena 3.
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