martes, diciembre 06, 2011
Guerra sucia
Que me perdonen los más puristas, pero Juan Piquer Simón era un adelantado. Cuando en estas tierras se tiraba o bien por el cine de autor o las comedietas de humor grueso y chicas destapadas, él prefirió tirar por un cine más espectacular (dentro de sus limitaciones, que eran muchas) y buscando la gracia del mercado internacional.
Con su primer largo, Viaje la centro de la tierra, buscó adaptar la obra de alguien conocido a nivel mundial porque eso le facilitaba enormemente vender el film a distribuidoras de todo el mundo (aparte de rodar en inglés). Viendo que la jugada le salió bien (según él, sacaron un beneficio del 300%) siguió por estos derroteros de hacer un cine enfocado para vender más allá de las fronteras hispánicas, pero en lugar de adaptar obras conocidas prefirió copiar el estreno revienta taquillas procedente de los USA. Que los yankis sacaban Superman, él Supersonic Man; que se ponía de moda el slasher con Viernes 13 a la cabeza, Piquer se sacaba de las chistera Mil gritos tiene la noche; ¿alguien dijo E.T.?, pues tenemos Los nuevos extraterrestres; que nos venía una oleada de pelis marinas como Abyss o Profundidad 6, él nos regala La grieta.
A partir de ahí la cosa se le comenzó a torcer con producciones mucho más modestas, como La mansión de los Cthulhu, que ya no tuvieron ningún tipo de repercusión.
Una de las muchas facetas del director valenciano, aparte de meterse de lleno en sus producciones (ya fuese con el guión, efectos especiales, decorados, etc.), era la producir obras ajenas, normalmente producciones muy pequeñas con tufo a exploitation, ahí tenemos Escalofrío o Más allá del terror. Films de los que siempre acababa teniendo rencillas con el director de turno y acababa rodando escenas o controlando el montaje.
Guerra sucia es sin duda una curiosidad dentro de la filmografía del director valenciano. Básicamente por su escapismo al thriller de espías, mafias y ajustes de cuentas; muy alejado de su elemento habitual, el cine fantástico, lleno de monstruos, hombres musculosos en mallas y aventuras exóticas en continentes mitológicos.
Aquí nos encontramos las andanzas de un mercenario, un tipo que no se quita sus Ray-Ban ni para cagar, que se acuesta con todo lo que se menea y tenga dos cromosomas X, y se cepilla quien se atreva a llevarle la contraria.
Estamos ante una serie Z con todas las de la ley, donde presenciamos multitud de escenas recicladas de algunas de sus películas anteriores y un documental sobre la visita de Juan Pablo II a las tierras del toro y la pandereta, muy poco le importa a Piquer que el formato cambie de un plano a otro o que veamos escenas donde los mismos malos de SuperSonic Man corretean por la misma central nuclear que en la susodicha. Pero tampoco le podemos pedir más a un subproducto que costó escasos 9 millones de pesetas (54.000 euros) y que su única intención era la de venderla en el mercado internacional de Milán al mejor postor, que acabó siendo la Cannon.
Decir que es mala es decir poco. Seguramente nadie se acordaría de ella si su director no fuese quien es. Y ni eso, porque Piquer ni siquiera firmó con su nombre (quizá a sabiendas de la baja calidad de la cinta), si no que aparece acreditado como Alfredo Casado, el que era su socio.
A los que les guste el Piquer de muñequitos, maquetas y cromas casposos, quedarán decepcionados, a los que les vaya los thrillers de espías y explosiones, quedaran decepcionados. Conclusión, decepción al canto.
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1 comentario:
Interesante, una de las pocas películas españolas de espionaje de los 80. Espero verla pronto. Saludos.
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