Estos últimos cuatro días me he dedicado, entre otros menesteres, a leer las memorias de Klaus Klinski, tituladas Ich brauche Liebe, All I Need Is Love en su versión anglosajona o Yo necesito amor por aquí.
No voy a negar que había cierto morbo a la hora de llegar a la parte de Herzog. De sobras son conocidas sus trifulcas con escopetas de 8 balas, tabletas de chocolate y pantalones de marca. Pero más morbo o curiosidad tenía en ver los comentarios referentes a El caballero del dragón. Lamentablemente Kinski ni la menta.
Demasiado trabajo tendría para inventarse la cantidad de patrañas que aparecen. Y es una lástima porque el libro comienza terriblemente bien con el retrato de su miserable infancia entrando directamente en la picaresca puramente espanyola a lo Lazarillo de Tormes. Pero una vez que pasamos esa fase el libro cae en barrena y sin frenos en una sarta de chascarrillos de novela erótica barata, sexo gratuito y aburrido (no es de extrañar que en su primera edición fuese editado por La sonrisa vertical). Leer Yo necesito amor es como ver toda la videografía de Ron Jeremy, los primeros 15 minutos es divertido, luego sólo quieres darte una ducha porque te sientes sucio.
Ese Yo en el título no es gratuito, podían haberlo titulado Necesito amor con su pronombre elíptico, pero colocándolo, intencionada o inintencionadamente, nos deja bien clarito que el libro es un yo, yo, yo, yo hasta el infinito y más allá. Más que una mirada al ombligo es una autofelación y sin tener que sacarse costillas como Marilyn Manson. Y al final es mejor entrar en su mundo de mentiras y jartadas de autocomplacencia.
A parte de todo el torrencial de mete saca, Kinski reparte a diestro y siniestro. Desde Roy Hill hasta Billy Wilder, pasando por Menahem Golan o Kubrik; o comentarios jocosos para Corman como "un productor de basura" o sobre En busca del Arca perdida, "el guión es una mierda tan estupidizante como muchos otros del mismo tipo que ya he rodado".
Pero como no soy malo saciaré vuestra parte morbosa con el enfrentamiento Kinski vs Herzog. Y lo haré con una frase que me ha hecho reír sobre el primer encuentro entre los dos a propósito del rodaje de Aguirre: "Pasa una eternidad hasta que por fin se saca del cerebro uno de sus mocos mentales resecosos".Y como nos hemos quedado sin saber lo que pensaba Kinski de su experiencia en El caballero del dragón (seguramente se la traería floja) fusilaré directamente el artículo que le dedicó el director de la película al actor alemán en El País.
Conocí a Klaus Kinski unos días antes del rodaje de El caballero del dragón, en 1985. Estábamos en la Costa Brava y salimos a tomar algo al aire libre. Hablaba como si los demás no existieran, no miraba a los ojos, movía la cabeza de un lado para otro. Alabé su trabajo en Lo importante es amar, una de mis películas favoritas, y él me contestó que le parecía "una mierda". Me pareció obvio no hablar de su interpretación en Aguirre..., película por la que no siento mucha estima, así que cambié de tercio y pasé al cine americano. Le pregunté por su trabajo en la película de mi adorado Billy Wilder, y siguió soltando "mierda". Hablamos del paisaje y de la belleza de la Costa Brava, y me contestó que odiaba las zonas turísticas. Ahí se terminó la charla. Kinski no toleraba que nadie le maquillase, él mismo se arreglaba el pelo con la mano después de pedir un fucking espejo. Su vestuario consistía en un único traje que se metía directamente por la cabeza. De esta forma, por tarde que le citáramos, siempre estaba preparado para rodar mucho antes de lo previsto. Entonces no paraba de mascullar y decir que, "¿a qué coño estamos esperando?" Si le decías que estaban iluminando, contestaba que estábamos haciendo oíd fashion, algo pasado de moda, "mierdas como las que hacía David Lean".
Y es que Klaus tenía una espina clavada con Lean: cuando rodó un papelito en Doctor Zhivago se debió sentir humillado ante un director todopoderoso, y desde entonces, en cada película, trataba de estar por encima del director.
Continuamente estaba amenazando con dejar la película. Gracias a él conseguí terminarla en el tiempo previsto, ya que trataba de quitármelo de encima lo antes posible. Siempre que salía de espaldas recurría a dobles. Así, normalmente, a media jornada se le podía mandar al hotel y relajamos un poco.
Creo que sus compañeros actores experimentaban algo parecido. A la protagonista la intentó violar en el plató, aprovechando las relaciones paterno filiales, de los personajes. A Fernando Rey le rompió una costilla en un desafortunado forcejeo no previsto en el guión; y a Harvey Keitel no osó tocarlo porque éste previamente había advertido que al primer incidente le soltaba un guantazo, con el mismo brazo tatuado que exhibía en Taxi driver.
Sólo Miguel Bosé hizo buenas migas con Kinski, pero esto para los que conocemos a Miguel no era de extrañar dada su extraordinaria habilidad para tratar con los animales, heredada sin duda de su padre, el legendario diestro Luis Miguel Dominguín. Pero Kinski tenía una gran sensibilidad. Un día, rodando en exteriores y después de dedicarnos los habituales insultos, se mostró especialmente sensible con un perro al que llevó comida en un plato. El día que terminó su papel fue un día clave en el rodaje. Esa noche brindé con las ciento y pico personas que componían el equipo, y el brindis fue: "Al fin solos".
Volví a ver a Kinski seis años más tarde." Fue en, el último festival de San Sebastián. El destino nos colocó casi juntos, espalda con espalda. Yo, naturalmente, no le saludé. Él, seguramente, ni me recordaba. Junto a él sólo estaba la azafata designada (y resignada) por el festival. Su aspecto era bastante deprimente, exhibía continuamente un rictus que a veces parecía una sonrisa. Definitivamente abandonado por la industria, incapaz de soportar a un tipo como él, vagaba ahora con tiempo libre por cualquier certamen que quisiera acogerlo.
Mucha gente pensaba que estaba loco. Yo no lo creo así. Era un niño mimado, consentido y maleducado. De haber sido una persona mayor, sólo le cabría el calificativo de hijo de puta. Pero ahora se ha muerto y nos ha dejado. Descansemos en paz.