La escogida fue Un capitán de quince años, otra vez de Julio Verne, que ya había sido adaptada anteriormente al cine. Sin ir más lejos, Jesús Franco lo hizo una década antes, contando entre el elenco con Edmund Purdom, que luego coincidiría con Piquer en Mil gritos tiene la noche y La grieta.
La historia trata de un grupo de chavales que por las circunstancias se ven dirigiendo un barco y luchando contra una banda que se dedica a secuestrar personas y convertirlos en esclavos.
Y como ya era costumbre en él contó con caras bastante conocidas en su filmografía: Frank Braña, Ian Sera, Patty Shepard (una clásica del fantástico español), Aldo Sambrell, Luis Barboo y el propio Piquer haciendo un cameo. Además de una aparición sin acreditar de David Hatton, repitiendo su papel de Misterio en la isla de los monstruos a modo de guiño para los más avispados.
Los cinco minutos de gloria para Piquer
A Piquer le hubiera ido de perlas adaptar El señor de los anillos, pues sus películas aventureras se reducen a gente caminando de un sitio a otro. Mucho paliqueo y, sobre todo, mucha gente andando, andando mucho. Y eso es lo que aquí nos vamos a encontrar. Unido con muchas imágenes de archivos con leones y demás fauna africana, además de ser una película muy racista.
Al final la cosa no le salió tan mal a nivel de taquilla, cosechando algo más de 100 millones de las antiguas (unos 630 mil €), lo que era el doble de lo que acabaría costado.
Pues unas cuantas de estas pelis, y similares, me las vi en sesiones dobles y triples de cines de barrio de Zaragoza y también en el instituto y en el colegio. No eran gran cosa pero tenían su punto, y en aquellos años, en los que un crío o adolescente no tenía tanto acceso a todo tipo de información como la que hay ahora, eran una buena forma de descubrir cosas y disfrutar del cine. Me parecen fantásticas todas estas reseñas y comentarios que estás poniendo en el blog.
ResponderEliminarA mí es que, en general, estas pelis aventureras que meten insertos de documentales me pillaron ya habiendo catado las mieles de las grandes producciones hollywoodienses y me sabían a poco. De haberlas pillado en su momento seguro que las vería con otros ojos.
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