viernes, mayo 05, 2023

Jennifer 8


Como es habitual en cualquier género, el éxito de un tipo de película conlleva la aparición de sucedáneos que, a modo de rémora, intentan rascar algo de dinero. En el caso de Jennifer 8 nos encontramos con el previo triunfo de El silencio de los corderos, que, además de ganar mucho dinero, consiguió que una película entre el thriller y el terror recibiera una lluvia de buenas críticas y se subiera al carro de los Oscar, algo muy poco común.


Bruce Robinson, era un actor inglés que iba asomándose en películas y series haciendo pequeñas y secundarias apariciones, hasta que empezó a meterse en tareas de guión. Sería detrás de la máquina de escribir donde conseguiría notoriedad gracias a firmar el guión de Los gritos del silencio (donde estaría nominado al Oscar) y además dirigir dos comedias ácidas con Richard E. Grant como son Withnail y yo y Como triunfar en la publicidad, que en su Inglaterra natal arrastran estatus de culto.

Viendo la oportunidad de entrar en Hollywood decidió escribir un guión totalmente comercial con la intención que su primera película en USA funcionara lo suficientemente bien en taquilla para que le permitiese tener carta blanca para dirigir proyectos mucho más personales en el futuro.


En Jennifer 8 tenemos a Andy García, un policía de Los Ángeles que se traslada a una ciudad mucho más pequeña. Nada más llegar se meterá en un caso del que acaban de encontrar una mano amputada en un vertedero. Durante sus pesquisas acaba deduciendo que la mano pertenece a una persona invidente y lo enlaza con unos asesinatos ocurridos tiempo atrás del que no se encontró al asesino cuyo archivo se llamó Jennifer y la mano encontrada podría pertenecer a la víctima número 8.


Como he dicho, estamos ante una consecuencia de El silencio de los corderos, pero también ante un proto Seven. Básicamente por la cuestión estética de estar siempre diluviando, lo que le da cierto toque chanante. Pero hasta ahí. Porque Jennifer 8 es un cúmulo de clichés de este tipo de películas: el prota de oscuro pasado que llega a una localidad pequeña y que su modus operandi choca con algunos de sus compañeros; su veterano compañero de rango superior que es un perro viejo y se las sabe todas; el jefe del departamento siempre cabreado con el mundo; la testigo que acaba cayendo a los encantos de nuestro protagonista; pistas falsas y una resolución de “resulta que el asesino es…”.

Pero lo realmente alarmante no son todos esos clichés, que, como hemos visto en otras películas, si están bien utilizados pueden llegar a ser disfrutables, si no un guión totalmente lamentable. No puede ser que todos los descubrimientos de Andy García que hacen avanzar la trama le lleguen casi de forma casual. Si está esperando dentro de un coche se queda mirando a un semáforo y cuando aparece la señal para invidentes se le ocurra la procedencia de la mano amputada. O el momento en el que está en casa del sospechoso y al tumbarse en la cama y mirar arriba se percata que no hay bombillas, señal que en la vivienda reside otro invidente.
Además de detalles tan absurdos como que el compañero veterano del protagonista, que se pasa media película dándole la monserga de que no se esfuerce tanto, que no vale la pena reavivar el caso… además de estar constantemente bebiendo y/o bebido.


En defensa de su director y guionista, hay que señalar que, tal como él mismo contaba, el estudio se metió por en medio haciendo de las suyas. Por ejemplo, su idea inicial de tener un protagonista cincuentón (básicamente quería a Al Pacino) se fue al traste cuando le impusieron a GarcíaProblema que se acentúa cuando el guión apenas se adaptó para un actor mucho más joven y queda extraño.

Además de García, tenemos la siempre agradable presencia de Lance Henriksen; Uma Thurman; Kathy Baker en un personaje que durante todo el metraje es totalmente secundario para coger excesivo protagonismo en la resolución; Kevin Conway con su eterno papel de jefe cabreado; y una extra aparición de John Malkovich que casi es un cameo y parece más un favor que le debería a alguien de la producción.


El film fue un fracaso en la taquilla norteamericana con lo que, unido a la mala experiencia con los estudios, hicieron que Bruce Robinson se alejara de Hollywood y se centrara en escribir. Quizá lo más destacable fue In Dreams de Neil Jordan que originalmente estaba planeado que dirigiese Spielberg.
Y sería 20 años después que volvería a sentarse en la silla de director después de recibir la llamada de Johnny Depp para que dirigiese Los diarios del ron.

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