domingo, junio 25, 2017

Un millón de dólares en el aire

Un millón de dólares en el aire, Robert Duvall, Treat William, The Pursuit of D.B. Cooper

Uno de los misterios sin resolver de la reciente historia de los EEUU es el caso de D. B. Cooper. Sí, como el protagonista de Twin Peaks.


Un millón de dólares en el aire, Robert Duvall, Treat William, The Pursuit of D.B. Cooper A principios de los 70, un tipo que se identificó como Dan Cooper (luego rebautizado como D. B. Cooper por un error en la investigación) compró un billete para un vuelo con destino Seattle. Durante el viaje secuestró el avión amenazando con activar una bomba que llevaba en su maletín y pidió un rescate de 200 mil dólares. Una pasta gansa en 1971. El avión aterrizó en Seattle, donde Cooper recibió el dinero y 4 paracaídas a cambio de liberar a los pasajeros, cosa que hizo. El avión, con sólo el secuestrador y parte de la tripulación, puso rumbo Oregón. El piloto, que junto al resto de la tripulación, había sido encerrado en la cabina de vuelo, tuvo que aterrizar en Reno, donde la policía estaba esperando y lo único que encontró en el avión fueron a los miembros de la tripulación. Ni rastro de Cooper, el dinero o los paracaídas.
La versión generalizada es que el tipo se lanzó en pleno vuelo. Pero dadas las condiciones meteorológicas (temperaturas muy bajas y una fuerte tormenta) hacían indicar que no sobrevivió a la caída.

No sería hasta 1980 que un niño encontró 3 paquetes de billetes en el río Columbia, siendo analizados por FBI que admitió que se trataba de parte del rescate. A partir de ahí poco más se supo del caso hasta que, finalmente, en 2016 el FBI decidió cerrar el único caso de secuestro aéreo que no ha sido resuelto, convirtiendo a Cooper en casi una leyenda, siendo objeto de todo tipo de culto tirando a simpático, una especie de héroe de cara a la gente. Vamos, un Dioni de la vida pero con bastante más carisma y mucha menos caspa.


Un millón de dólares en el aire, Robert Duvall, Treat William, The Pursuit of D.B. Cooper

La recien fundada en 1980 PolyGram Entertainment que estaba controlada por famoso tándem de Peter Guber y Jon Peters, compra los derechos del libro Free fall: A novel de J.D. Reed (que no tengo constancia que se editará aquí) con vistas a producir una adaptación. Curiosamente el escrito cogía la base de la historia real como punto de partida pero cambiaba muchas cosas. Por ejemplo, el protagonista se llama J. R. Meade y es un ex boina verde que estuvo en Vietnam y el rescate que pide son 750 mil dólares. Como luego veremos, estas licencias no se respetaron en la película final y se tiró por la historia real.


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El primer elegido para sentarse en la silla de director fue Steve De Jarnatt (que años después dirigiría la cult movie 70 minutos para morir y Cherry 2000), pero que no pasó de la etapa de preproducción por diferencias con el estudio. Finalmente contrataron a un alcoholizado John Frankenheimer (con W.D. Richter como guionista en la sombra), que incluso llegó a rodar una escena; pero que tuvo problemas con Peters y Guber, siendo rápidamente reemplazado por Buzz Kulik, un veterano que tenía una filmo llena de series de televisión y algunos títulos para cine bastante llamativos como Cazador a sueldo, la última película de Steve McQueen. Pero Kulik se tomaba su tiempo para rodar, y cuando estuvo toda una semana para finalizar una secuencia en unos rápidos y que tenía poca mano para controlar los tira y afloja que se llevaban Robert Duvall y Treat Williams, fue despedido. Aun y así rodó casi toda la película. Ahí entra en escena el temido Joel Silver, que en la época estaba empezando como productor de la mano de Lawrence Gordon, con el que ya había hecho The Warriors y Xanadú. Éste recomienda dar las riendas a Roger Spottiswoode, que había sido montador de El luchador (una producción de Lawrence Gordon) y venía de debutar con el slasher El tren del terror y luego acabaría siendo uno de esos directores sin personalidad que hacen cualquier cosa (¡Alto!, o mi madre dispara, Socios y sabuesos, Air Amértica...). A Spottiswoode le encargaron montar todo lo que se había rodado, pero aquello no tenía ningún tipo de coherencia, así que le dieron un millón para que rodase escenas adicionales y contrataron a Ron Shelton (que años después sería director de pelis deportivas como Los búfalos de Durham, Los blancos no la saben meter o Tin Cup) para que escribiera las nuevas escenas.

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Después de todo este baile de nombres Spottiswoode quedó en los créditos como director y Buzz Kulik como único guionista. Y no hace falta ser muy listo para intuir que el resultado final era un gran desastre que se llevó un merecido fracaso económico. Aquí llegaría muy tarde, en otoño de 1984, de la mano de Filmayer, que se sacó de la manga un título como Un millón de dólares en el aire (¿dónde se supone que están los otros 800 mil?) -aunque en los 90 se llegó a emitir en televisión como La persecución de D. B. Cooper- y un póster la mar de soso, nada que ver con el original que mola mucho más, a la par que recuerda al de La maldición de la pantera rosa. Lamentablemente este cartel nos promete emociones muy fuertes y una recreación del salto del avión y eso no es así, siendo el cartel de Filmayer mucho más acorde a los que nos vamos a encontrar: a Treat Williams con camisa de leñador corriendo por el monte.

Un millón de dólares en el aire, Robert Duvall, Treat William, The Pursuit of D.B. Cooper

Y es que el film se desarrolla justo en el momento que el avión secuestrado toma tierra y ahí no está el tal Cooper, y nos topamos con un Robert Duvall que encarna al de la compañía de seguros que quiere atrapar al ladrón. Además, casualidades de la vida, éste fue instructor militar de Williams, que aquí encarna a Cooper. Y es que una de las hipótesis del asunto que barajó el FBI es que el secuestrador fuese un ex militar. Por lo demás pura monotonía con Duvall persiguiendo a Williams por lo montes como el coyote y el correcaminos, mientras, de vez en cuando, Paul Gleason sale con cara de chiflado. Todo ello bañado con una banda sonora de James Horner totalmente infame, llena de banjos y todo muy country. Casi parece que estemos ante un episodio más de Los Dukes de Hazzard / El sheriff chiflado.

Y es una lástima, porque la historia tiene chicha para hacer algo mucho más entretenido que una vulgar película de corre corre que te pillo. Pero está claro que todos los problemas de la producción, con las incontables entradas y salidas de directores y guionistas no le hizo ningún bien. La clásica película que es más interesante la historia que rodeó su producción que lo que acabó saliendo en pantalla.


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