jueves, octubre 16, 2014

Licántropo. El asesino de la luna llena


Ya en los 80 la carrera de Paul Naschy/Jacinto Molina comenzaba a decaer. Los monstruos clásicos como su eterno licántropo Waldemar Daninsky olían a armario viejo, y los asesinos enmascarados cogían el testigo del terror, en el que ya no se insinuaba nada y se enseñaba todo.

El poco interés del público y la implacable Ley Miró dejó contra las cuerdas a Jacinto y al género. Prueba de ello son sus incursiones en comedias como Operación Mantis (uno de sus fracasos más sonados) e, incluso, en el terreno infantil con Buenas noches, señor monstruo. Y entre medias un paréntesis para meterse en co-producciones con Japón (La bestia y la espada mágica) hasta llegar a la decadencia absoluta en los 90 con productos como Aquí huele a muerto (¡pues yo no he sido!) o la charlesbronsiana La noche del ejecutor, por otro lado divertidísima, aunque de manera inconsciente.


A mediados de los 90 recibe el encargo de Primitivo Rodríguez, productor del tríptico noventero de Piquer Simón (La isla del diablo, Manoa, la ciudad de oro y El escarabajo de oro) con el que ya había trabajado en La isla de los monstruos, y de varios proyectos de Cruz Delgado (Los viajes de Gulliver, Cuatro músicos de Bremen), para que le escriba un guión sobre su eterno hombre lobo. Y, aunque en un principio el propio Rodríguez iba a ser el encargado de dirigirlo, en el último momento, cuando la producción recibe el beneplácito de seguir adelante y con financiación de Televisión Española, decide darle las riendas a su hermano Francisco Rodríguez Gordillo, que ya había metido mano en el género con El cepo o Testigo azul, y en los 70 había estado, junto a su hermano, en el NO-DO con una serie de documentales llamada Lecciones de cine, lo cual sí es terrorífico.


Este hecho hizo enfadar mucho a Jacinto, que veía como su guión con flashbacks a la Europa nazi, con una cíngara que pare unos trillizos de los cuales uno lleva la maldición licántropa, era -según él- maltratado por el director y el productor. Evidentemente, el propio Naschy, peluca en ristre, encarnaba a este maldito que, una vez adulto, es un prestigioso escritor al que la policía pide ayuda para resolver la serie de asesinatos que asolan la ciudad.


La cosa acabó como un hombre lobo vs psicópata noventero, lo cual debería ser una nueva puesta a punto de aquellos crossovers estilo Drácula contra Frankenstein. Todo envuelto en una estética granulosa y cutre, realización tan ramplona como telefilmesca, un doblaje nauseabundo (está rodada en inglés) y unos actores bochornosos, empezando por el propio Molina, que toda la película se la pasa con cara de tener descomposición. Por mucho que dijera que "el reparto era demencial, actores desconocidos y más malos que el sebo". Tiene coña que dijera esto, cuando en todas sus películas de la época "buena" estaba doblada de lo mal actor que era, por mucho que dijera que estaba muy ocupado escribiendo guiones y los productores no querían que perdiese el tiempo en el doblaje. De risa. Curiosamente uno de sus últimos trabajos fue poniendo la voz en El apóstol. Ironías de la vida.

Volviendo al cast. Teníamos a Amparo Muñoz, José María Caffarel (el científico de Supersonic Man) y Eva Isanta (en la época conocida por aparaciones esporádicas en Farmacia de guardia y ahora por la Cuqui de La que se avecina).


Una de las pocas cosas buenas del film es el maquillaje del hombre lobo, por otro lado, totalmente "inspirado" del que lucía Jack Nicholson en Lobo, dejando de lado al clásico totalmente peludo. Por otro lado, la transformación también es nueva, dejando atrás el clásico truco añejo de las transiciones transparentes, aquí estamos en los 90 y es necesario echar mano de lo digital para unos morphings tan primitivos que duelen en el alma.

Pero que nadie se lleve a engaño. Esto es una película de psycho killer en la que muy de vez en cuando sale un hombre lobo. No es hasta mitad de pelicula que lo vemos casi de pasada. Seguramente más para contentar al propio Naschy y al público que por interés del director, que parece que quiere  enfocar el tema desde el lado menos fantástico. El hecho de quedar relegado a casi un secundario haría que Naschy se arrancara los poco pelos que le quedaban. Y como ya sabemos lo rencoroso que era, se pasó el resto de sus días despotricando y renegando de ella.

Estrenada en verano del 97, en Barcelona únicamente se proyectó en los Icaria, y después de la primera semana fue desterrada a las sesiones golfas del fin de semana, en medio de unas críticas que se la comieron viva por mucho que la quisieran vender como el regreso de Naschy a su papel icónico. La cosa terminó como el rosario de la aurora, Molina diciendo que eso no tenía nada que ver con su guión, el productor rezando para recuperar el dinero y nosotros, los espectadores, cagándonos en Waldemar, en Daninsky y en la madre que los parió a todos.

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