Clásico del cine más kitsh de la época dorada del flower power. Y, lamentablemente, en eso se ha quedado, en un ejemplo de lo naif y frívolo con estética de cartón piedra (o decorado de ópera) muy agradecida, pero terriblemente aburrida e ingenua. Casi un argumento de cualquier episodio de series animadas como Flash Gordon o Masters del Universo, quitándole, eso sí, todo lo erótico. Porque al final la cosa tienes que verla con ojos cachondos como el Flash Gordon de Mike Hodges, algo camp y paródico, y es que resulta imposible creer que no la hicieran tan autoparódica de forma inconsciente.
Una producción de Dino De Laurentiis, de aquellas que le vendía los derechos a la majors hollywoodienses. En este caso le vendió un lote de dos películas basadas en cómics europeos a la Paramount. Una era esta Barbarella y la otra el Diabolik de Bava. Y era en este orden en el que se tenían que haber rodado, pero una serie de problemas hizo que Diabolik se filmase primero y que, incluso, usaran algún que otro decorado de Barbarella perfectamente camuflado para que ni el mejor de los detectives lo reconociese.
Dicen las malas lenguas que Barbarella tenía que ser el film gordo, el que tenía chorrones de millones (se habla de 9 millones de dólares de la época). Pero al final, el film de Bava, pese a costar una ínfima parte, es el que mejor ha mantenido el tipo. Vale que el de Vadim sigue quedándose en la retina de la cultura pop, pero Diabolik acaba siendo mucho mejor película 50 años después.
Por su parte, Fonda se pasó la mayoría del rodaje borracha para combatir los nervios, pues salía medio despelotada en casi todo el metraje, además de cepillarse a todos los personajes con lo que se iba topando a lo largo del film (aunque en ese futuro el sexo es sin contacto físico, idea que reciclarían en Demolition man). Porque hablar del argumento es puro trámite –Barbarella ha de ir en busca del científico Durand Durand (ya deberías saber lo del grupo) que ha desarrollado un arma–. Pura space opera de lo más ingenua (y eso que hay 8 guionistas acreditados más unos cuantos en la sombra), y es que lo que vemos en pantalla parece uno de aquellos seriales cincuentones pero con el presupuesto a todo trapo, que contrasta con el 2001 de Kubrick, que siendo del mismo año sigue manteniéndose impertérrita pese a su medio siglo. Barbarella no. Barbarella nació oligofrénica por culpa de un director que le importaba un pimiento la ciencia ficción y estaba enfrascado en las bacanales que se montaba en Italia. Ahí tienes CQ como una recreación más que interesante.
Aun y así el invento nos funcionará si lo vemos con los ojos golosones de un infante que se queda epiléptico ante tanto personaje estrafalario, o por su condición de retratar el espíritu de una época. En cualquiera de los casos hay que dejar el sentido común en segundo plano.
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