A finales de 1975 se estrenaba en los USA Barry Lyndon (Barry Lyndon, 1975), la última película de Stanley Kubrick. En suelo norteamericano fue un fracaso, pero en su paso en los cines del resto del mundo triplicó su presupuesto, aun y así para la Warner aquello había sido un traspiés, lo que el ansiado proyecto de llevar al celuloide la vida de Napoleón (con Al Pacino) quedaba en punto muerto, pues este, según el propósito de Kubrick, debía ser una super producción por todo lo alto. En ese momento tenía claro que si quería realizarlo tenía que conseguir antes un gran éxito en taquilla para que alguna major pusiera el montante sobre la mesa. Y lo que en aquel momento funcionaba muy bien era el terror, que gracias a La semilla del Diablo de Polanski (Rosemary's Baby, 1968) o El exorcista (The Exorcist, 1973) de Friedkin, había dejado de ser un género de serie B, demostrando que los grandes autores podían sacar petróleo. Eso, unido a que Kubrick se había propuesto hacer una obra maestra en todos los géneros, pues el tipo era ante todo un egocéntrico, marcaban claramente el camino a seguir.
Según declaraba su secretaria, estuvo una buena temporada leyendo cualquier libro que se hubiera publicado de terror, de los que apenas llegaba a la mitad antes de tirarlos a la basura. Eso hasta que la Warner le facilitó unas pruebas de imprenta de El resplandor de Stephen King (aquí publicada en su primera edición como Insolito esplendor) antes de que se imprimiera un solo ejemplar. Siendo este el único texto que leería en su totalidad y dando por sentado que esa sería la obra a filmar. Esto, como anécdota mariana está muy bien para rellenar biografías, pero a mí siempre me ha sonado a eso, a historieta quedabien. Tiene mucho más sentido que, acogiéndose a un género que estaba de moda, tirara por el camino más seguro y se abrazara a un autor que tuviera el suficiente éxito y el suficiente nombre para tener la mitad de la publicidad hecha. Y si había un autor literario que a finales de los 70 pudiera hacer todo eso, era Stephen King, que ya era todo un super ventas con Carrie (Carrie, 1974) y La hora del vampiro/El misterio de Salem's Lot (Salem's lot, 1975), además, la primera ya se había adaptado al cine con enorme éxito y la segunda estaba apunto de hacerlo de la mano de Tobe Hooper.
A estas alturas, dedicarle unas líneas a la sinópsis de El resplandor es perder el tiempo. De la misma manera que toda esta reseña es de por sí otra buena pérdida de tiempo. Más interesante sería hablar de la versión literaria, pues, como la gran mayoría sabe, las dos versiones difieren en varios puntos. Haciendo que, si bien lo escrito por King era puramente una historia de fantasmas, lo que tenemos en la película nos deja más dudas, tirando por momentos al thriller, donde unos personajes aislados, más que recibir la visita de los ocupantes espectrales del hotel Overlook, estaban volviéndose tarumbas. Siendo esto más evidente con el corte en el último momento de un epílogo donde Wendy y Danny respiraban tranquilos en el hospital y recibían la visita del director del hotel. Este le daba al niño la pelota que alguien le había lanzado mientras jugaba en uno de los pasillos del hotel, dejando bastante claro que el director era otro de esos habitantes del hotel. Esta escena se pudo ver durante los primeros pases de exibición en los USA (concretamente Los Ángeles y Nueva York), pero el propio director mandó a un joven editor llamado Jay Friedkin (quien acabaría siendo nominado al Oscar por Babe, el cerdito valiente) ir cine a cine y cortar los fotogramas indicados para, posteriormente, ser destruidos, convirtiéndose en uno de los trozos de celuloide más buscados de la historia. Y pese a que solo se han visto algunas fotos de la secuencia y que a día de hoy se da por perdida, estoy convencido que en algún lugar del mundo tiene que haber esos fragmentos de celuloide. El propio cineasta dijo en una entrevista que para él las apariciones que suceden en Overlock eran reales. Aunque, teniendo la escena donde Nicholson es encerrado y los fantasmas lo liberan, poco hay para darle una explicación terrenal, a no ser que aceptemos ese momento como un Deus ex machina al uso.
Y pese a eso cambios de última hora, la cosa no acabó de funcionar, haciendo que el director remontara la película para su estreno europeo, pasando de las 2 horas y veinte a las 2 horas. Siendo la versión norteamericana más larga, no es que ofrezca mucha más información, pero algunos detalles sí que se nos amplían. Por ejemplo, el que Jack Torrance sea un ex alcohólico, cosa que en la versión corta apenas se nos da un pequeñísimo apunte, en la extendida se toca más el tema, como cuando el director le dice que en el hotel no hay alcohol, lo que nos deja claro que el alcohol que consume no es real. También nos explican mejor toda la odisea por la que tiene que pasar Dick Hallorann para regresar al hotel.
A diferencia de la mayoría de películas de casas encantadas, no tenemos un edificio con aspecto amenazante, todo lo contrario, es un hotel con unos ventanales gigantescos por el que entra esa luz invernal tan fantasmagórica. En cambio, Kubrick juega mucho más con el tema del aislamiento. Ya desde el inicio nos deja claro lo retirado que está de cualquier indicio de vida con esos títulos de crédito que por un lado son magníficos, y por otro son tan cutres como el que podría hacer cualquiera una década atrás con el Moviemaker del Windows XP.
Más allá de las licencias de Kubrick, ya conocemos de sobras su enfrentamiento final con Stephen King. Quedando este último decepcionado por la adaptación (aunque seguramente más por despecho que por otra cosa) decidió apoyar una nueva versión en 1997 en formato mini serie de 3 episodios, de la que se encargó del guión y hacía un cameo. Seguramente las intenciones fuesen buenas, pero en el momento que vemos que el director es Mick Garris perdemos cualquier esperanza. La cosa les quedó francamente mal. Y es que lo tenían difícil para igualar uno de los films que más debe haber influido en el imaginario colectivo. Pasan los años y seguimos viendo camisetas con la cara de Nicholson acosando a Shelley Duvall a través de la puerta, parodias de cualquier escena, la moqueta del hotel y el sonido del triciclo al pasar sobre ella, las gemelas... De la misma forma que siempre recordaremos su doblaje al castellano como uno de los casos más sangrantes. No hay que olvidar que la mayoría de los doblajes en películas de Kubrick eran, cuanto menos, extraños. Esa obsesión de controlarlo todo hacía que en lugar de dejar en manos de profesionales el bello arte de trasladar las voces al idioma de Cervantes, se encargase el trabajo a Carlos Saura en varias ocasiones. El cenit del mal gusto fue con el que acabó cagando para El resplandor, a la altura de los peorcito que nos encontramos en la actualidad con voces de famosos recorriendo el celuloide. Que Kubrick tiene parte de culpa por estar al tanto y dar el ok a las voces seleccionadas, pero el propio Saura tendría que haber visto que eso solo podía acabar mal.
En cambio, y siguiendo con las traducciones, parece que ha quedado en el olvido la secuencia de la máquina de escribir donde el director se molestó en traducir a varios idiomas lo que escribía Jack Torrance. Lamentablemente aquello de No por mucho madrugar amanece más temprano se quedó en los VHS y BETA de décadas atrás, pues en las ediciones digitales solamente encontraremos la versión inglesa.
En 2013, King publicó Doctor sueño (Doctor sleep, 2013) secuela de El resplandor. De momento no hay previsto una adaptación cinematográfica, pero presupongo que todo dependerá del éxito de La torre oscura (The Dark Tower, 2017) que está finalizando Nikolaj Arcel. Aun y así, está claro que deberán hacer algún tipo de malabarismo, pues la novela es una secuela pura del libro, lo que hace que haya personajes que se mantenían con vida o el propio final del hotel pasto de las llamas, a diferencia del film.