A mediados/finales de los 80 el nombre de John Carpenter ya era conocido de sobras. Siempre amparado en el género fantástico/terror supo muy bien campear los malos tiempos cuando La cosa (The thing, 1982) no acabó de funcionar demasiado bien, al igual que Christine (Christine, 1983) y, sobre todo, Golpe en la pequeña China (Big Trouble in Little China, 1986). Después de ésta, firmó un contrato de 4 películas con Alive Films. La primera de ellas fue El príncipe de las Tinieblas (Prince of Darkness, 1987), que sin llegar a desmerecer tampoco era la repanocha. La segunda y última fue Están vivos (They live, 1988).
Basada en el relato Eight O'Clock in the Morning de Ray Nelson, Carpenter firma el guión bajo el seudónimo de Frank Armitage que, como era costumbre en él, era un guiño/homenaje a alguna de sus filias (en este caso al universo de Lovecraft). Además, como ha sido habitual, de encargarse de la banda sonora.
Con un protagonista totalmente atípico, el luchador de wrestling recientemente fallecido Roddy Piper, más conocido como "el gaitero", que se hizo con el papel porque Carpenter, aunque alguno le sorprenda, era un gran aficionado al pressing catch. Además teníamos a Keith David, que ya lo habíamos visto en La cosa (The thing, 1982); Meg Foster, la Evil-Lyn de Masters del Universo (Masters of the Universe, 1987); y un visto y no visto de Al Leong, el chino que hemos visto en mil episodios de El equipo A y cualquier (sub)producto de artes marciales/acción 80tero.
La película sufre de un lastre difícil de ignorar: un ritmo tedioso. Y no sólo por la ya famosa pelea entre Piper y Keith David de más de 5 minutos (que en un primer momento estaba planeado que apenas durase 90 segundos), si no porque toda ella es un paseo por la negación de las elípsis. No es hasta pasados sus primeros 30 minutos que realmente empieza la trama del obrero que, casi por casualidad, descubre que vivimos engañados en un mundo controlado por seres extraterrestres que nos incitan al consumo masivo. Esa media hora es difícil de llevar. Con un Roddy Pipper que deambula de un lado a otro sin explicarnos mucho y nada.
Me parece tremendamente interesante que los alienígenas no quieran invadir la Tierra para convertirnos en sus esclavos o alimento, si no que son una suerte de brókers interestelares que buscan hacer negocio y llenar de ceros sus cuentas bancarias. Carpenter no se esconde en su crítica nada velada al sistema de vida norteamericano de los pixelados 80, usando la fisionomía de Ronald Reagan para diseñar las caras marcianas. También trata temas totalmente actuales, con ese Roddy Pipper que ha sido víctima de la burbuja inmobiliaria y por ende, perdiendo su trabajo en la construcción. Además de mostrarnos en blanco y negro las escenas donde vemos la realidad, que, además de un homenaje a las películas de los 50, nos da a entender que la realidad es gris y aburrida, mientras que la "otra vida", la que vivimos por y para consumir, es colorista.
Aquí nis llegó extremadamente tarde. Su estreno no fue hasta el verano de 1992, casi 4 años después de su lanzamiento en los USA. Por lo menos Lauren Films se lo curró un poco y montó un concurso en el que regalaban unas gafas plasticosas que emulaban a las de la película (con logo incluido), con las que podíamos ganar 20 kilitos de la época (unos 120 mil € inflación aparte).
La cosa, como iba siendo habitual en la filmografía del director, acabó en un pseudo fracaso (más por las expectativas que por lo recaudado) con unos ingresoso de casi 15 millones en USA, habiendo costado unos irrisorios 4 millones.
Pese a ser bastante o muy conocida, ésta no es de las mejores de Carpenter, aunque, sí es en la que más se moja y más critica el modelo de vida norteamericano. Los personajes son bastante planos, como el personaje de Meg Foster, que nunca se nos acaba de explicar qué pinta en el bando de los malos. Aun y así, tiene detalles y momentos para el recuerdo, como los mensajes ocultos que están por todas partes, o el cachondo plano final del marciano y la mujer. Detallitos que merecen la pena para darle una oportunidad a la cinta.
Con un protagonista totalmente atípico, el luchador de wrestling recientemente fallecido Roddy Piper, más conocido como "el gaitero", que se hizo con el papel porque Carpenter, aunque alguno le sorprenda, era un gran aficionado al pressing catch. Además teníamos a Keith David, que ya lo habíamos visto en La cosa (The thing, 1982); Meg Foster, la Evil-Lyn de Masters del Universo (Masters of the Universe, 1987); y un visto y no visto de Al Leong, el chino que hemos visto en mil episodios de El equipo A y cualquier (sub)producto de artes marciales/acción 80tero.
Me parece tremendamente interesante que los alienígenas no quieran invadir la Tierra para convertirnos en sus esclavos o alimento, si no que son una suerte de brókers interestelares que buscan hacer negocio y llenar de ceros sus cuentas bancarias. Carpenter no se esconde en su crítica nada velada al sistema de vida norteamericano de los pixelados 80, usando la fisionomía de Ronald Reagan para diseñar las caras marcianas. También trata temas totalmente actuales, con ese Roddy Pipper que ha sido víctima de la burbuja inmobiliaria y por ende, perdiendo su trabajo en la construcción. Además de mostrarnos en blanco y negro las escenas donde vemos la realidad, que, además de un homenaje a las películas de los 50, nos da a entender que la realidad es gris y aburrida, mientras que la "otra vida", la que vivimos por y para consumir, es colorista.
La cosa, como iba siendo habitual en la filmografía del director, acabó en un pseudo fracaso (más por las expectativas que por lo recaudado) con unos ingresoso de casi 15 millones en USA, habiendo costado unos irrisorios 4 millones.
Pese a ser bastante o muy conocida, ésta no es de las mejores de Carpenter, aunque, sí es en la que más se moja y más critica el modelo de vida norteamericano. Los personajes son bastante planos, como el personaje de Meg Foster, que nunca se nos acaba de explicar qué pinta en el bando de los malos. Aun y así, tiene detalles y momentos para el recuerdo, como los mensajes ocultos que están por todas partes, o el cachondo plano final del marciano y la mujer. Detallitos que merecen la pena para darle una oportunidad a la cinta.