A la espera de recibir collejas tengo que decir que nunca fui fan de Los cazafantasmas. Ni lo era antes ni lo soy ahora. No sé, nunca me acabó de entrar todo su rollo. Y eso que, incluso, tuve mi figurita de PVC del logo. Pero ni aun así.
En los USA fue un auténtico fenómeno que barrió en taquilla al mismísimo Indiana Jones en su aventura de chichinabo con las piedras Shankará y solamente fue superada por Superdetective en Hollywood en aquel 1984. Pero algo debió pasar, porque si bien en USA sacaron más de 230 millones de dólares, en el resto del planeta apenas superaron los 50. Lo que dejaba bien clara una cosa, y es que Los cazafantasmas es un producto muy yanki. Que está claro que ellos hacen las películas para sí mismos y que si el resto del planeta las vemos pues mejor que mejor (aunque ahora ya tienen mucho más en cuenta la taquilla internacional), que para eso son el ombligo del mundo. Y este film es la prueba de ello, todo muy americano, muy patriota. Con chistes para ellos que luego el traductor haría malavares para adaptarlos, actores famosísimos por sus apariciones televisivas y el espíritu americano por bandera. Coño, si hasta sale Ron Jeremy.
Lo que nació como proyecto personal de Dan Aykroyd, todo un entusiasta de lo paranormal, para protagonizar junto a su colega
John Belushi se truncó por la muerte de éste último. Con un borrador de 40 páginas bajo el brazo, el 50 % de los Blues Brothers se lo llevó a Ivan Reitman.
Ese esbozo tiraba más de una historia futurista donde había varios grupos de cazafantasmas por el país y aparecían 50 fantasmas gigantes. Ante la imposibilidad de hacerlo tal cual, ya que hubiera costado demasiados millones, se acabó modificando para hacerlo por el módico precio de 30 millones de dólares que la Columbia tuvo a bien de pagar.
Con la incorporación de Harold Ramis y Bill Murray (que aceptó con la condición que la Columbia le produjese su versión de El filo de la navaja, que se rodó antes pero no se estrenó hasta después del estreno de Los cazafantasmas, cosechando un fracaso total) se cerraba el círculo para tener cerrado el trío protagonista y guionistas (salvo Murray) y poner el contador marcha atrás con el año que les dio Columbia para finiquitar el guión, rodarla, montarla y estrenarla
Además corrían por ahí Sigourney Weaver, Annie Pots (que luego alcanzaría la fama en la caja tonta con la serie Chicas con clase), William Atherton (el periodista de Jungla de cristal), Reginald VelJohnson (cómo no, haciendo de policía) y Ernie Hudson, haciendo de cuarto cazafantasma en un papel totalmente innecesario a no ser que fuese por aquello de ampliar audiencias y buscar al público negro. Es más, es que en los carteles donde salen los actores el tipo ni sale.
Mención aparte al hombre que se zampa todas y cada una de las escenas en las que aparece: Rick Moranis, en un papel que Harold Ramis otorgó a John Candy, pero el
orondo actor quiso añadir muchos detalles de su cosecha, como el hecho
que era alemán e iba por ahí con dos rottweilers, cosa que no gusto al tándem de guionistas y se decantaron por Moranis, otro cómico canadiense.
Con una banda sonora de Elmer Bernstein totalmente devorada por la permanente y el bigotillo de Ray Parker Jr. y su Ghostbusters, y efectos especiales de un artesano como Richard Edlund, que venía de estar en la Industrial Light and Magic de Lucas y controlar los trucajes de la saga Star Wars, pero que aquí te daba una de cal y otra de arena. Había cosas que pasaban con nota, como son las maquetas y otras muy cantosas, como eran los cromas y esos demonios perrunos que son unos muppets plasticosos. Según Reitman no pudieron pulirlos porque el tiempo se les tiraba encima y tenían que estrenar la película en la fecha acordada. Pues muy bien.
Estos efectos especiales y su atmósfera y estética siempre me han recordado mucho a Howard, un nuevo héroe. Y aunque la película del pato se llevó muchos palos me pareció más cachonda y disfrutable.
Como ya he dejado claro el film nunca me ha entrado. Me
interesa toda la historia del arquitecto del edificio, pero está
minimamente desarrollada y se la quitan de encima en un par de diálogos. Una lástima.
Como puede gustarte esa patraña sobrevalorada que son los goonies y no gustarte esa película tan divertida
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