jueves, mayo 22, 2014

El abismo negro

El abismo negro, The black hole, Disenye, Robert Forster, Gary Nelson, Anthony Perkins

Por alguna razón existe el pensamiento que Star Wars motivó el resurgimiento de las aventuras espaciales/space opera, cosa que no es real, ya que el género siempre estuvo ahí. Terror en el espacio, Planeta prohibido, 2001, Flesh Gordon, Naves misteriosas... fueron films que aterrizaron antes de 1977.
Otra cosa es que George Lucas mostró a los estudios que si se invertía los suficiente y se ponía a disposición de la película las últimas técnicas en efectos especiales, un género que (casi) siempre había vivido en la modesta serie B (en el mejor de los casos) pasaba a convertirse en una gran producción que podía mover a las masas hacia las butacas y amasar millones.

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Y la prueba es que, pese a las inevitables bazofias llegadas desde Italia o la factoría Corman, tuvimos grandes producciones como la adaptación de Star Trek, el Flash Gordon de De Laurentiis, Alien o hasta una serie de televisión como Galactica.
Otro gran estudio que creyó en hacer una science fiction por todo lo grande fue Disney, en el período más oscuro de su historia. Período donde se inició una lenta travesía hacia los nuevos tiempos, donde convivieron las viejas figuras, que no hacían más que preguntarse qué haría el mismísimo Walt Disney en esos caóticos momentos, y las nuevas generaciones que entraban, deseando cambiar el rumbo del estudio con sus nuevas ideas.
Pero como he dicho, el relevo generacional no se hizo de la noche a la mañana, y todo ese conglomerado de ideas antiguas y modernas nos brindó películas como El carnaval de las tinieblas, Oz, un mundo fantástico, Tron, Taron y el caldero mágico o Los ojos del bosque. Films que, aunque fallidos, aportaban extrañeza y traumas a partes iguales. Siempre se ha dicho que combinaban momentos infantiles con otros mucho más adultos. Quizá no fuesen tan tan adultos, pero al estar enmarcados en una producción Disney el contraste se hacía excesivo, y la sensación que algo estaba cambiando en la compañía de Mickey Mouse era patente.

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Una de las primeras (si no la primera) películas que comenzó a introducir a la compañía en un terreno más oscuro de lo acostumbrado fue El abismo negro, o en su versión original The black hole (El agujero negro). A principios de los 70 un par de guionistas de serie B y teleseries llamados Bob Barbash y Richard Landau se presentaban en la compañía con un guión bajo el brazo titulado Space station-one, en el cual no había el elemento del agujero negro, pero que aparecería en la siguiente re-escritura. Con lo que el proyecto comenzó a entrar en esa espiral donde los mandamases de la compañía nunca estaban contentos y pedían más y más escrituras. Se contrataron a más guionistas, el guión cambió el título varias veces, pasando a llamarse Probe One, Space Station One hasta el definitivo The black hole, incluso se contrató a John Hugh, que en la época estaba en nómina en Disney dirigiendo La montaña embrujada y secuela y que, años después, firmaría Los ojos del bosque, para dirigir la película, pero los 4 años que duró el periplo de nuevas escrituras hizo que éste acabara desertando para irse a dirigir Objetivo: Patton.
Finalmente sería otro interino el que se haría cargo de llevar a buen rumbo la producción, Gary Nelson, que ya había dirigido para la compañía Un viernes loco con una jovencísima Jodie Foster, y que, años después, realizaría para la Cannon Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro, secuela de Las minas del rey Salomón.

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Ya, por fin, en otoño de 1978, se iniciaba el rodaje del film después de haberse gastado casi 4 milllones de dolares sin haber rodado un solo fotograma. Y no sin antes picar a la puerta de la Industrial, Light and Magic para alquilar los equipos con los que se rodó Star Wars y, ante los altos precios que pedían, buscarse otras alternativas.

Como buena historia de ciencia ficción tenemos a la nave de rigor, llamada Palomino (sic), que regresa a la Tierra pero se topa con un agujero negro y, junto a éste, una nave que desapareció décadas atrás, de la que, casualmente, formaba parte el padre de la doctora de la Palomino, con lo que está claro que irán a investigar que ha sucedido en la nave.

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Multitud de referencias a Star Wars con los personajes que pululan por la nave, desde el dúo Robert Forster y Joseph Bottoms, que parecen unos trasuntos de Han Solo y Luke Skywalker (sensación reforzada por tener los mismos dobladores), hasta el robot V.I.N.C.E.N.T., mezcla de C3PO Y R2-D2. Además de tufillos a 20.000 leguas de viaje submarino o 2001. Todo ello en una película muy adulta para venir de donde viene, con personajes oscuros y muertes miserables, en un claro antecedente de lo que años después sería Horizonte final.

Con unos efectos especiales adelantados a su tiempo, solo afeados por el robot V.I.N.C.E.N.T., que es casi tan horrible como los de Naves misteriosas. Y un buen plantel de actores que a los Forster y Bottoms ya mentados hay que añadir a Anthony Perkins, Ernest Borgnine, Tom McLoughlin (director de Viernes 13, Parte 6 Jason Vive), Maximilian Schell y Roddy McDowall poniendo la voz al robotito.

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La que fuera la primera película Disney que no está clasificada para todos los públicos acabó pasando algo de puntillas por la taquilla, cosechando unos 35 millones de dólares que acabaron amortizando los 20 millones que acabó costando. Beneficios que, por otro lado, no fueron ni de lejos lo esperado por la productora.

Si algo tiene el film es que es un espectáculo visual que, si quitamos la ausencia de batallas espaciales, está por encima de Star Wars, con estampas que parecen sacadas de un Métal Hurlant, una banda sonora del gran John Barry a la altura de las circunstancias (¡la primera que se grabó en formato digital!), unos efectos/trucajes que a día de hoy han resistido el paso del tiempo como pocos y un final totalmente tripado que deja en bragas al de 2001. No es un manjar para todos los paladares, pero el que le encuentre el punto de cocción, repetirá.

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