Pero para hablar del génesis de cómo se gestó el film hay que retroceder hasta mediados de los 80, cuando Danny Bilson y Paul de Meo, dos guionistas en nómina de la Empire (Zone Troopers, Guardianes del futuro, Arena... y que luego acabarían escribiendo la serie Flash), se pusieron en contacto con el dibujante con la intención de llevar el cómic a la pantalla. Aunque, todo hay que decirlo, Steve Miner (House) ya quiso hacerse con los derechos un par de años antes.
Una vez que comenzaron a mover el proyecto pensaron en no hacer una gran superproducción, algo más con estética de serial o serie B, o incluso, rodarla en blanco y negro, y ahí cuadraba perfectamente la Empire de los Band. Además, por la época los grandes estudios no tenían ningún interés en hacer adaptaciones de cómics y eso permitía a Dave Stevens controlar el proyecto. Pero a este trío se les unió William Dear, que en la época estaba terminando de dirigir Bigfoot y los Henderson, y les convenció que de ahí se podía hacer una película mucho más grande.
Comenzaron a recorrer los grandes estudios, recibiendo siempre una palmadita en la espalda y un "es un buen proyecto pero...". Hasta que llegaron a la Disney, su última opción, y cual fue su sorpresa que estos accedieron a producirla. Y no porque tuvieran demasiado interés en el guión, si no por todo lo que les podía reportar el merchandising. Así que firmaron un contrato para tres películas.
Una vez que la gran productora se subió al carro y William Dear decidió no dirigirla, puso como director a Joe Johnston, que tan buenos resultados les dio en su debut, Cariño, he encogido a los niños, y además quiso hacer cambios en la historia. El principal es que no veía con buenos ojos que la acción transcurriera en los años 30 y prefería ambientarla en la actualidad, cosa que nos hace ver que ellos ya veían claro que toda esa hornada de versiones de cómics retro no tenían demasiado futuro en las taquillas (The Shadow, The Phantom). Aunque ellos mismos volverían a meter la pata con Dick Tracy. El propio Johnston consiguió convencerlos de mantener la estética retro, alegando que las películas de Indiana Jones también transcurrían en esa época y eran grandes éxitos.
Pero donde más mano metió fue en el personaje de Betty, basada en la pin-up Bettie Page, pero claro, en una producción Disney es impensable encontrarnos un personaje que tenga algo que ver con los despelotes, así que el personaje acabó derivando a Jenny Blake. También se creó para la ocasión al malo de turno, Neville Sinclair, un actor de éxito que en el fondo no es tan patriota como aparenta.
Pero como marca esa ley no escrita, una película de superhéroes retro está abocada al fracaso. Y eso pasó, Rocketeer fue lanzada como uno de los bombazos del verano de 1991, Disney puso toda la carne en el asador con un presupuesto inicial de 25 millones de dólares, que se disparó hasta los 40, y una campaña de marketing con juguetes y videojuegos. Pero por el camino se encontró otros estrenos que le pararon los pies: la segunda parte Agárralo como puedas, Terminator 2, Hot shots! o Robin Hood, príncipe de los ladrones, lo que la convirtió en un pseudo fiasco, recaudando poco más de 40 millones en territorio norteamericano, lo justito para recuperar la inversión.
En cuanto Disney vio que no iban a recaudar lo esperado dejaron de apoyar el film, y en muchas zonas de USA ni siquiera se molestaron a desplegar su arsenal de merchandising. Y es una lástima. Posiblemente sus guionistas tengan razón cuando excusan el fracaso comercial en una campaña de marketing erronea por parte de Disney, queriendo vender la película como un espectáculo al estilo de Terminator 2, cuando Rocketeer se aleja de ese estilo con grandes dosis de violencia y efectos de última generación, siendo un producto totalmente naif, un homenaje a los seriales de los 30 y 40, con un reparto a la altura: un casi desconocido Billy Campbell que venía de la televisión (Dinastía) como protagonista, Jennifer Connelly en pleno momento de auge (Phenomena, Dentro del laberinto) como la chica de la peli, Alan Arkin, Paul Sorvino (como no, haciendo de gangster), un Terry O'Quinn que venía de hacer El padrastro original y una década después sería el Locke de Perdidos, Jon Polito, y un visto y no visto de Clint Howard. Aunque el que se lleva la palma es un Timothy Dalton haciendo de malo, con un estilo Douglas Fairbanks aunque realmente el personaje está basado en esa leyenda urbana sobre la posible vinculación del actor con los nazis.
Con una duración justita, efectos de la ILM que por momentos se le notan las costuras pero en otras uno se pregunta cómo lo han hecho, actores solventes y un homenaje totalmente sincero a lo retro. Seguramente todo eso no fue suficiente para que este personaje nos robara el corazón hace 20 años. Tendremos que esperar a una nueva versión para que se le reivindique con los honores que se merece.
Esta película la ví en las salas de cine cuando se estrenó. Y nos gustó un montón a los dos. Con el paso de los años la he vuelto a ver en alguna ocasión y creo que aguanta perfectamente el tipo.
ResponderEliminarNo recuerdo que aquí tuviera una campaña especialmente fuerte de publicidad, aunque en aquella época iba un par de veces a la semana al cine así que veía casi toda la cartelera.
En cualquier caso con Timothy Dalton haciendo de malo y mi adorada Jennifer Connelly era una película que me tenía que gustar sí o sí.
La historia es que como en USA no recaudó lo esperado a Europa ya no la apoyaron tanto y no sacaron merchandising.
ResponderEliminarMe gustaría verla, si merece la pena claro porque siempre la he pillado empezada por la tele pero nunca la he visto.
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