martes, diciembre 03, 2013

Museo de cera (Waxwork)

Museo de cera, Waxwork, Anthony Hickox, Dana Ashbrook

Vestrom vídeo fue una distribuidora que nació para arreglar los chanchullos de algún directivo de la HBO. El invento funcionó muy bien y, ya a mediados de los 80, saltaron a la producción. Lo que facturaban eran productos de bajo coste que solía funcionar muy bien en los videoclubs. Incluso, de vez en cuando, se permitían algún que otro pelotazo como Dirty Dancing.
Es por esa escasez de medios que tiraban mucho de gente joven, y entre sus filas contaba con un tal Anthony Hickox.

Hickox venía de su Inglaterra natal con un chorto bajo el brazo y la bendición de Michael White, productor del Rocky Horror Show teatral y derivados. Una vez allí tuvo la fortuna de estrellarse con el productor Staffan Ahrenberg, al que le dio un guión escrito en 3 días. Después de moverlo por todas las productoras la única que lo acogió fue la Vestrom.

Museo de cera, Waxwork, Anthony Hickox, Dana Ashbrook

El guión era, evidentemente, Waxwork. Para hacerla realidad se contactó con el protagonista de Gremlins, Zach Galligan, de la que Hickox era fan. Pero el actor no acababa de verlo claro y se pensaba que Hickox era otro de los muchos charlatanes que pueblan Hollywood, además de tener entre manos un guión con diálogos demasiado ingleses, con frases poco creíbles para salir de la boca de un grupo de chavales norteamericanos.
Finalmente el actor acabó aceptando, entre otras razones para poder coincidir con Patrick McNee, que estaba en el cast. Por eso y porque Hickox venía de una importante estirpe de cineastas. Su abuelo, Arthur Rank, fundó la Rank Organisation, que dio el pistoletazo de salida a la industria cinematográfica inglesa; padre, Douglas Hickox, había sido director de Matar o no matar con Vincent Price o Brannigan con John Wayne; y su madre, Anne V. Coates, era una prestigiosa montadora (Masters del Universo, Un romance muy peligroso) que había ganado un Oscar por su edición en Lawrence de Arabia.

Para el resto del elenco lo más gracioso eran las incorporaciones de Deborah Foreman y Michelle Johnson, que lejos de ser elecciones puramente artísticas, eran el oscuro objeto del deseo de Hickox y simplemente las escogió por si querían salami.
Además teníamos un resto de reparto muy apañado: David Warner (evidentemente el malo de la película), John Rhys-Davies (un clásico en la saga de Indiana Jones y el Gimli de El señor de los anillos), J. Kenneth Campbell (el poli cabrón de ¡Alto! O mi madre dispara), Dana Ashbrook (el Bobby de Twin Peaks), Miles O'Keeffe (el Ator de la saga Ator el poderoso),  y un pequeño papel del propio director.

Museo de cera, Waxwork, Anthony Hickox, Dana Ashbrook

En el clásico y apacible pueblecito norteamericano de postal inauguran un museo de cera. Un grupo de chicos reciben la invitación para un pase privado a medianoche. Una vez allí descubren que el museo está dedicado a recrear escenas de crímenes de asesinatos célebres. Por aquellas cosas de la vida cada uno de los jóvenes acaba entrando en el diorama de cada escena y, una vez dentro, todo cobra vida.

Museo de cera, Waxwork, Anthony Hickox, Dana Ashbrook

Si por algo es recordada Museo de cera es por su generoso gore. No hay más que recordar la escena del hombre lobo (que no es que tenga precisamente una transformación para tirar cohetes, y menos si la comparamos con Un hombre lobo americano en Londres o Aullidos, la cúspide de las transformaciones licántropas), que aplasta una cabeza y corta por la mitad a su víctima. También es muy recordado el fragmento de los vampiros, con el tipo atado a una camilla con la pierna abierta en canal y la escena de la cena, donde comen carne cruda, que realmente eran ciruelas y jarabe de maíz.
Y no solo de sangre y vísceras vive el fandom, las referencias siempre cuentan y la película tiene muchas, desde las ya comentadas de licántropos y vampiros, hay que añadir momias, muertos vivientes,el fantasma de la ópera, la criatura de Frankestein y muchos más que salen en el apoteósico final.

Museo de cera, Waxwork, Anthony Hickox, Dana Ashbrook

La película es muy agradecida, terror y sangre, mucha sangre, y con algún toque de humor negro. Y para el poco presupuesto con el que contaron (muchos de los extras eran técnicos y secretarias de alguno de los productores porque no tenían dinero para más), los efectos lucen al máximo, todo maquillaje y látex del de toda la vida. Un pequeño clásico que no es ajeno al culto que se le procesa.


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