Corren malos tiempos para todos. No hay más que ver la
proliferación de tiendas del tipo "Compro oro" que han aparecido como setas en los
últimos años. La gente de la tele lo sabe. Nosotros lo sabemos. Y Xplora
lo sabe.
Es por eso que nos somete durante casi las 24 horas del día a
realitys americanos de compra y venta de segunda mano. Por ahí tienen Cazatesoros, donde dos tipos de Iowa recorren los USA buscando antiguallas (u "oro oxidado" como ellos mismos dicen) que, en su mayoría, acaba de atrezzo en producciones cinematográficas. La cosa no pasa de ahí, programa de corte amable para toda la familia y que los abuelos de la casa se lo pasen pipa viendo bicicletas oxidadas.
La misma productora, The History Channel, tiene Cazatesoros Canadá, donde dos colegas del rollo Brokeback mountain se dedican a
recorrer casas rurales y buscando cualquier chatarra que puedan comprar
por 4 chavos y luego revenderla. Más de lo mismo.
Este último, también de The History Channel, trata sobre un negocio de prestamistas ubicado
en Las Vegas, lo que ayuda a que frecuentemente vaya gente a conseguir
algo de cash para pulírselo en las tragaperras. El local está regentado
por tres generaciones: Richard Harrisson, apodado el viejo, y que es un carcamal que casi
no puede abrir los ojos con sus bolsacas; Rick Harrisson, una especie de Bruce Willis
con sobrepeso y risa fácil a la par que histérica; y el hijo de éste, Big Hoss, otro rollizo americano de pura cepa que dudo que llegue a los 40
sin haber sufrido alguna afección coronaria.
Aquí es donde uno se pregunta como es posible que el viejo y el Bruce Willis de mercadillo sean padre e hijo. El primero tiene pelazo y es rancio como él solo, y el otro es calvo y se descojona de cualquiera que entre por su tienda. Misterio por resolver.
Aquí es donde uno se pregunta como es posible que el viejo y el Bruce Willis de mercadillo sean padre e hijo. El primero tiene pelazo y es rancio como él solo, y el otro es calvo y se descojona de cualquiera que entre por su tienda. Misterio por resolver.
También corre por ahí Chumlee, también llamado el tonto del pueblo. La explicación oficial del personaje es que es amigo de la infancia de Big Hoss, y al no tener donde caerse muerto lo tienen ahí enchufado. En el fondo funciona como el resorte cómico del show, donde todos se meten con él, siendo el blanco de los chistes.
El programa sigue con ese estilo amable de los otros, con un punto más mordaz por el personaje de Chumlee, a la par que didáctico, ya que los objetos que compran suelen ser bastante curiosos y nos dan explicaciones de su fabricación, utilidad... Lo que hace que notemos como todo está tan preparado y que los propietarios del negocio han tenido que estudiarse a fondo los guiones.
Regentada en Detroit por dos hermanos, Seth, de ciertos rasgos simiescos, y Ashley, que es una mujer porque lo debe poner en su carnet. Aunque que el que llama nuestra atención es el patriarca, un tal Less. El tipo siempre sale vestido igual, jersey de pico blanco, chaqueta de cuero negra y cadena de oro del que cuelga una lupa de joyero, además de un pendiente con diamantes. Lo que se dice un tipo que su misión en la vida es esquivar el buen gusto. En su despacho tiene un león disecado y un retrato suyo (efectivamente, con su chupa y su jersey blanco) del que ni siquiera se ha dignado a colgar de la pared y lo tiene en el suelo. Por no hablar de su clásico careto con la boca entreabierta y aire oligofrénico cuando llega algún personaje a su tienda. Maravilloso es el doblaje que le da un aire a Gil y Gil que le va que ni pintado.
Aquí la cosa consiste en abrir el cajón de mierda y buscar el
conflicto constante entre dependientes y clientes. El esquema es fácil.
Llega un cliente, preferiblemente una negra de metro cincuenta y un culo
donde podría aterrizar un Harrier, amén de andares putescos, saca un
portátil medio destrozado con el Windows 98 al que le faltan teclas,
unos empastes de oro o una televisión de hace 25 años que no tiene ni
euroconector. Y, efectivamente, le ofrecen una mierda y la negra se
rebota y acaba histérica porque dice necesitar 150 dólares para pagar
facturas (seguramente para pagar el crack a su camello) y los gorilas de
la tienda la sacan a patadas.
Tampoco es raro ver a antiguos empleados que van a la tienda a liarla y que en su momento fueron despedidos por hacer algún que otro trapicheo o directamente robar. Es por eso que todos los empleados son cacheados cuando salen de la tienda.
En Empeños a lo bestia importa bien poco los empeños y el material con el que trabajan, aquí se trata de sacar toda la mierda y cuanta más mejor.
Evidentemente todo está guionizado, por mucho que sus responsables se empeñen (a lo bestia) en decir que todo es real.
Como es habitual el esquema es idéntico programa tras programa y a veces, para romper la rutina, añaden pequeñas novedades como un entrenamiento especial para los de seguridad o las movidas entre padre e hijos.
Aquí no importa dar una lección de objetos curiosos de 1900, porque aquí se empeñan cosas comunes para sacar un par de billetes. Nunca veremos a esta familia dándonos una lección con algún objeto curioso. Es más, la mayoría de las veces miran en internet a cuanto está valorado la venta.
Xplora acaba de sacar un spin off, Empeños a lo bestia Chicago, que ya tiene un rollo más trash y sucio por lo poco que he visto.
Paralelamente, Divinity había emitido Empeños en Beverly Hills. Evidentemente, en este canal donde abunda el rosa y lo amanerado, aquí todo es muy flowerpower y de pitiminí. Con un israelí y un par de chicas florero con botox hasta las cejas (pese a no superar la treintena) y menos cerebro que un mosquito, compran y venden objetos a millonarias aburridas, e, incluso alguna vez asoma la cara operada gente como la mujer de Ed Begley Jr., o el propio Eric Roberts comprando un garabato de John Lennon. La gracia del asunto es que a veces salen objetos que han aparecido en alguna película, lo que le da un toque cinéfilo que agradecemos.
Si ya hemos adaptado Pesadilla en la cocina o El jefe, ¿a qué esperamos hacer una versión castiza en un Cash converters? Las miserias de l@s canis con la cara llena de percings dispuestos a empeñar su PlayStation para sacar unos verdes para tatuarse el nombre de su cari en la nalga izquierda, promete risas aseguradas. Ahí lo dejo para una productora avispada.
Me he descojonado con la descripción de "Empeños a lo bestia". Gracias
ResponderEliminarjajajajaja tal cual
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