Bastante fructífera como cuantiosa ha sido la relación
entre Clive Barker y el cine. Aunque eso no quiere decir que la calidad
de estos films nos reviente las neuronas.
Tras haber aportado algún que otro guión, debutó en la
dirección con la archiconocida Hellraiser, que, personalmente, me deja
bastante frío. Quizá más por el factor que la vi bastante tarde, y la
fama de la película (ya convertida en saga) era demasiada como para no
crearse unas expectativas demasiado expectantes.
Pero el éxito de esa cinta de bajo presupuesto le permitió encaramarse a cimas más altas. Es el caso de esta Razas de noche.
Producido por la Morgan Creek, cuando saboreaba los
millones recaudados por Arma joven, Una mujer en la liga o De repente, un extraño, y luego distribuida por la Fox; lo primero que hizo fue
imponer un cambio de título, ya que el original de la novela, Cabal, no
lo veían con posiblidades de atraer al público, aunque en algunos paises como Italia y Francia se mantuvo el título original.
Al estar rodada en Inglaterra y ser una producción no
demasiado aparatosa en cuanto a presupuesto, no teníamos demasiadas
caras conocidas en el equipo de rodaje. Algunos reciclados del
Hellraiser original (Robin Vidgeon, director de fotografía; Doug Bradley, alías Pinehead), y otros que
acabarían particiando en la saga de los cenobitas (Craig Sheffer).
Pero sí que hay que destacar un par de nombres por encima de otros. Es
el caso del montador Mark Goldblatt, que ejerció esa tarea en un montón
de films de James Cameron y director del primer Punisher, alías El vengador, y Estamos muertos... ¿o qué?
El otro, David Cronenberg. No hace falta presentación en su
labor de realizador. Como actor lo hemos visto en los clásicos cameos
de sus films y cuando ha tenido papeles con más peso en producciones
ajenas ha sido por amistad. Sus apariciones más conocidas son la aquí
comentada y en Jason X, ni más ni menos. Ahí el director era el
fallecido James Isaac, que empezó en los efectos especiales, encargándose de
los de eXistenZ, y fue director de House III.
Razas de noche es un film fallido. La idea de una ciudad de
muertos (con más aspecto de monstruos que otra cosa) es muy
interesante, además de estar muy bien recreada con un cementerio muy
cartón piedra pero con cierto aire fantasmal y otoñal que pega
magnificamente con la banda sonora de Danny Elfman (cuando estaba en su
mejor momento). Otro tanto a su favor son los maquillajes (alguno
realmente terrorífico) o hasta el diseño de la máscara del malo (un
cruce de máscara sado y del Espantapájaros de Batman). Muchos de estos diseños partieron de las ilustraciones ideadas por Ralph McQuarrie, que había hecho tareas similares en la trilogía original de Star Wars o el primer Indiana Jones.
Si su estética en la mejor de sus bazas, no lo es tanto el como está llevada su historia. Baker se quejó amargamente en su día de la amputaciones que le propinó la productora en la sala de montaje, dejando al producto huerfano de sentido y con lagunas a trompicones. El primer editor acabó tan harto de las imposiciones de la productora que acabó desertando, lo que propició la entrada del mentado Goldblatt. Al parecer, uno de los peces gordos de la productora, Joe Roth, el que más apoyaba a Baker, dejó su puesto justo al inicio del rodaje. Esto dejó a Barker solo ante una productora que solamente estaba interesada en hacer un slasher con opciones a crear cuantas más secuelas mejor.
Ha día de hoy sigue dándole vueltas a un montaje bajo su supervisión, que se ha visto en algún que otro festival bajo el nombre de The Cabal cut, pero, mientras tanto... Una lástima.