miércoles, mayo 15, 2013

El fin de Sheila

El fin de Sheila

Tiene guasa que un fin de semana te veas dos películas y las dos sean del mismo director. No es que sea algo fuera de lo normal, pero que ambos films sea de Herbert Ross tiene su coña. 

El tipo tiene una filmografía con cosillas la mar de cucas, aunque no haya pasado a la historia como un grande. 

El fin de Sheila
Herbert Ross y Dyan Cannon
 
Ross
era capaz de lo mejor (Sueños de un seductor, El secreto de mi éxito) y de lo peor (Protocolo, Solo ellas... Los chicos a un lado).
Y esto viene a cuento porque es el reflejo de los dos films visionados. Por un lado un truño de magnitudes estratosféricas: Footloose, peli que es mala a rabiar, y no se salva ni por su banda sonora (muy floja, todo hay que decirlo) ni por el buenazo de John Lightow.
En el otro lado de la balanza una cosa mucho más agradable: El fin de Sheila.

El fin de Sheila

Una noche un grupo de amigos pertenecientes a la farándula de Hollywood celebra una fiesta, la pareja del anfitrión sale de la casa y muere atropellada.

Un tiempo después, el anfitrión invita a sus amigos a un crucero por el Mediterraneo. Pero no a un crucero cualquiera. El tipo, que es un entusiasta de los juegos, reparte una tarjeta a cada uno de sus invitados, en la que aparece un secreto de cada uno de ellos (ladrón, expresidiario...) y les reta a resolver un enigma en cada uno de los puertos en los que van embarcan. Todo ello bajo el detalle que el tipo sabe que uno de ellos fue el asesino.

 El fin de Sheila

El fin de Sheila
podría ser el reverso de la películas estilo Agatha Christie. Aqui no hay una mansión con multitud de invitados en la que alguno muere una noche tormentosa y, casualmente, entre los asistentes, nos encontramos alguna mente privilegiada capaz de resolver los más intrincados misterios.
En cambio, sí tenemos un asesinato nada más comenzar, y la gracia no es un personaje buscando pesquisas, si no que alguien ya conoce la identidad del asesino y vamos a presenciar como juega con él.

Aun y así no nos libraremos de esos momentos donde alguno de los protagonistas hablen con algún personaje y no podamos verle u oirle, con lo que ya podemos intuir que habla con el asesino.

El fin de Sheila

Aunque ojo, lo que en un principio podria ser pura rutina, con esa gincana que se montan en cada puerto, a mitad de metraje la historia da un giro que hace que lo apuntaba a monotonía vuelva a coger fuerza.
Aun y así, lamentablemente, el final se vuelve eterno y la resolución se alarga en demasía.


 El fin de Sheila
 Anthony Perkins y Stephen Sondheim en el rodaje

Lo más curioso del caso no es que estemos ante un film super entretenido o lo resultón de su elenco, con un James Coburn (ese hombre a una dentadura pegado) en su salsa y cachondeandose de todo(s), James Mason, Dyan Cannon, un jovencito Ian McShane, Raquel Welch y el luego convertido a director de comedias Richard Benjamin. Lo mejor, como decía, está en su guión , o mejor dicho, en su guionista, el mismísimo Norman Bates. Anthony Perkins, junto a su amigo el compositor Stephen Sondheim, escribió su único guión para la gran pantalla basándose en los juegos que hacía en la vida real cuando montaba fiestas para sus amigos del star system. A saber cuantos cadáveresdejaría el  bueno de Perkins en sus guateques. Menudo coñón estaba hecho.

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