jueves, julio 28, 2011
Four rooms
En 1992 se presentarían en Sundance Área de servicio, En la sopa, y Reservoir dogs. Sus directores, Allison Anders, Alexandre Rockwell y Quentin Tarantino respectivamente, hicieron muy buenas migas, tantas que se ajuntaron para hacer una película de episodios que, según la idea original de Rockwell, transcurriese la noche vieja en las diferentes habitaciones de un hotel donde el nexo de unión fuese el botones.
Al trío se les ajuntó el amigo del alma de Tarantino, Robert Rodríguez.
En el momento que comenzó a tomar forma el guión se estrenó Pulp Fiction, con su consiguiente éxito y con la conversión de Tarantino como nuevo gurú del celuloide. Este hecho hizo que la Miramax estuviera deseosa de seguir lanzando films donde figurase el director de Reservoir Dogs, así que cuando éste les dio el borrador de Four Rooms, la productora independiente puso el proyecto en marcha pese a las quejas de los otros directores ya que el texto no estaba pulido.
Pero lo que comenzó siendo una película orquestada por cuatro amigos, donde cada uno de ellos escribiría y dirigiría una de las historias que tenían que ser de una duración y presupuesto similares, acabó siendo un horno de crispación por culpa del subidón de Tarantino que había conseguido tal grado de poder ante los jefazos de Miramax (los hermanos Weinstein) que cualquier decisión, por muy pequeña que fuera, debía ser apadrinada por él. Después vino el problema de la duración: el primer montaje del film se alargaba casi 3 horas, con lo que las famosas tijeras de los Weinstein hicieron acto de presencia.
Aparte de todo eso el presupuesto se disparó. De ser un film modesto de apenas un millón de dólares acabó costando 4 y con un reparto repleto de nombres de primera fila (Madonna, Antonio Banderas, Tim Roth, Bruce Willis, Marisa Tomei...).
Pero si hay algo cierto en este tipo de productos es que siempre suelen acabar siendo obras totalmente descompensadas, donde se alternan segmentos de calidad con otros que acaban siendo plomizos.
Evidentemente el caso de Four rooms no fue diferente. Después de unos títulos de crédito animados (en los que participó Chuck Jones) al estilo de los de La pantera rosa y con Combustible Edison (grupo que cosechó su punto más álgido de popularidad con este tema) de fondo tenemos el primer episodio, dirigido por Abders, sin duda y con diferencia el peor de los cuatro: un aquelarre liderado por Madonna intenta resucitar a una diosa, con el problema que les falta un ingrediente.
El segundo episodio, obra de Rockwell, apenas consigue subir minimamente el listón: el botones (un Tim Roth mezcla de Jim Carrey y Cantinflas) acaba en una habitación ocupada por un marido extremadamente celoso y la mujer de éste.
Llegados a la mitad del metraje la cosa comienza a despegar gracias a Rodríguez, que nos sumerge en un episodio más propio de Ren & Stimpy que de lo que llevamos visto hasta ahora. Metraje trepidante, lenguaje más cercano al cartoon que otra cosa y una historia divertidísima es lo que vamos a encontrarnos en el sketch donde el botones del hotel ha de cuidar a los hijos de Antonio Banderas.
Y después de pasárnoslo pipa con la historia de Rodríguez nos topamos con la de Tarantino, que si bien no es el desastre de las dos primeras, no le llega ni a la suela de los zapatos de su precedesora. Hay quien dice que esta historia tiene tintes autobiográficos. En ella, el propio Tarantino da vida a un exitoso director de cine que pasa la noche vieja acompañado de unos cuantos amigos gorrones (entre ellos Bruce Willis), con los que ha hecho una apuesta basada en un episodio de La hora de Alfred Hitchcock.
En este último episodio tenemos varios clichés made in Tarantino: diálogos banales, plano secuencia, referencias a series/películas/actores... y a él mismo.
Pero que mientras el tercer sketch era un cúmulo de gags rematados por un delirante plano final, en este último tenemos mucha paja para ese golpe (nunca mejor dicho) final, funcionando más y mejor como un gag que como un episodio de media hora.
Sin duda este capítulo resume a la perfección la esencia de Four rooms: de todo su metraje le sobra el 90%.
La película, estrenada muy de tapadillo en los USA y que apenas recuperó los 4 millones de su presupuesto, es la clásica malgama de este tipo de películas, con sus claros altibajos que ayudan a sobresalir a un gamberrísimo Rodríguez en estado de gracia pese a los intentos de verborrea de un Tarantino endiosado y demasiado preocupado de si mismo.
Recuerdo haber salido del cine con una sensación agridulce cuando la vi. Tu crítica es bastante acertada. Hace un tiempo la volví a ver y me gustó más. No sé si es que ha ganado con el tiempo o es nostalgia mía.
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