Número 2.
Rojo oscuro (1975). Seguramente el punto álgido del director romano, donde fue capaz de darle una nueva vuelta de tuerca al giallo y añadirle elementos sobrenaturales. He dudado en poner la última muerte del film, pero tampoco he querido chafarle el final a nadie (si es que alguno todavía está viviendo en pecado).
Nunca una limpieza de boca fue tan dolorosa.
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