martes, junio 16, 2009
El chanfle
¿Quién no se acuerda de el Chavo del ocho o el Chapulín colorado? No nos hagamos los remolones que quien más o quien menos se ha tragado su ración de "no contaban con mi astusssia" o "fue sin querer queriendo".
La mano ejecutora que estaba detrás de estos teatrillos de saldo era Roberto Gómez Bolaños, guionista de radio primero y tv después. Tal era su fama de guionista que le apodaron Shakespeare, pero por su baja estatura se quedó en Shakespearito que mutó en Chespirito. Es lo que tiene esta gente.
Con la tontería y casi sin querer queriendo fue interpretando pequeños papelillos hasta que, a principios de los 70, le dieron un programa propio que se llamó Chespirito y que estaba formado por gags, y ahí aparecieron sus dos personajes más celebres, el Chapulín colorado, una especie de superhéroe cobarde y torpe, más tarde convertido en icono pop, y el Chavo del ocho, (que se llamaba del ocho porque se emitía en el Canal ocho, años más tarde cuando pasó a emitirse en otro canal más potente se le dio la explicación que vivía en el número ocho) un niño que vive en una vecindad junto con gente tan inepta como él.
Tal fue el éxito de sus series, ya sea en latinoamérica o en países tan variados como Italia, Rusia o Japón que aguantaron hasta el año 95, ahí es nada. Y sin ir más lejos, el hombre abeja de los Simpsons no deja de ser un guiño al Chapulín.
Curiosamente en estas tierras, al menos que yo tenga constancia, comenzaron a emitir el Chapulín en TVE a mediados de los 90 (aunque a finales de los 80 se podía ver en Galavisión, pero para eso había que tener una parabólica que en la época era cosa de brujas) en la programación infantil de las mañanas, aunque su "éxito" más masivo fue cuando pusieron El Chavo por las tardes en La 2, pero no nos engañemos, lo veíamos con cara de asco para reírnos del tercermundismo del otro lado del charco.
Pero lo más divertido es cuando uno comienza a desenredar la madeja, y es que El chavo del ocho, pese a todo lo chistosa que pueda parecer, era un hervidero de odio, celos y rencores. Allí todos intentaba sobresalir por encima de los demás, buscando ser el centro de atención y ser la estrella del programa. Carlos Villagrán, el que hacía de Quico, el de los mofletes hinchados, pidió la cuenta a finales de los 70 para irse a Venezuela hacer una serie cómica protagonizada por su personaje vestido de marinerito. Los problemas vinieron cuando, al tener Chespirito los derechos de éste y no cederselos, tuvo que cambiar el nombre a Kiko. Ahí empezó la guerra, llamándose el nombre del puerco, Kiko contraatacando con que tenía un idilio con la que luego sería la mujer de Chespirito, Florinda Meza, la que hacía de doña Florinda, madre de Quico. Sí, que madre e hijo se lo montaban.
Un año después Ramón Valdés, alias Don Ramón, también se fue a la serie de Kiko en Venezuela.
No se vayan todavía que aún hay más, porque si a Chespirito no le había dado un ataque poco le faltaba, a la desbandada se le unió María Antonieta de las Nieves (y no le pusieron más nombres porque en el DNI no entraban), la Chilindrina, que ha día de hoy, con 59 añazos, sigue arrastrándose por cualquier circo que le de un plato de alubias haciendo el papel de la niña pecosa. Y claro, como Chespirito también tenía los derechos del susodicho pues demanda que va, demanda que viene.
A día de hoy, esta gente de 70 u 80 años que siguen disfrazándose de niños, continúan tirándose los calzoncillos sucios a la cara en cualquier programa de las américas más sudamericanas. Todo muy triste.
¿Pero qué esperaban de esta gente, donde su sistema sanitario se reduce a poner una vela a la virgen santa? Si es que tienen una punta de faena que no se la acaban.
Estas series se hacían bajo el amparo de Televisa, que decidió dar el salto a la producción de películas y pensó que lo mejor para su bautismo en celuloide era hacer una versión de su producto más exitoso, ya fuese el Chapulín o el Chavo. Así que le dieron carta blanca a Chespirito para que hiciera y deshiciera a su antojo, ya fuese en el guión o la elección de director y actores. Pero éste se negó ya que el personaje de el Chavo iba ligado a su espació natural que era el patio de vecinos con lo que limitaba el argumento y, además, que con 48 años que tenía el hombre ya no colaba haciendo de niño y menos en una pantalla de cine.
En el caso de el Chapulín era más un problema económico y técnico, ya que en la serie se usaban algunos trucajes como el croma pero de cara hacerlo a pantalla grande hubiera quedado excesivamente ridículo. Así que se sacó de la manga el personaje de El Chanfle.
El Chanfle es el utillero del América, un club de fútbol mejicano. El tipo es un patán de buen corazón que siempre acaba destrozando las triquiñuelas que idea el entrenador de su equipo para ganar los partidos de la forma que sea. Paralelamente el tipo está casado pero no consigue tener un hijo, que es lo que realmente anhela.
La película, estrenada a principios del 79, tuvo muchísimo éxito, incluso tuvo mejor recaudación que cualquiera de las películas de Cantinflas.
Chespirito, un admirador de Louis de Funès y Benny Hill, eligió como director a Enrique Segoviano, el realizador de sus programas que nunca había dirigido ninguna película. También contó con todos los actores de sus series, incluido Carlos Villagrán, que en la época ya había tenido sus más y sus menos con Chespirito pero al tener firmado por contrato su participación en el film no se pudo tirar atrás.
La película es más de lo mismo, el personaje, que hace unos gestos que misteriosamente haría años después Benito Lopera Perrote, bien intencionado pero torpe que tiene más labia que cerebro que tantas veces hizo Cantinflas, sólo que aquí la fórmula ya olía. Con un argumento casi inexistente, el film, se mueve más por escenas inconexas que otra cosa.
Y aunque en general el nivel técnico de la película es tercermundista sorprende que las escenas futbolísticas están muy correctas, al haberse rodado en un estadio real y con público real le da bastante verisimilitud.
Evidentemente el éxito hizo que 2 años después apareciera la secuela, El Chanfle 2, rodada con pocas ganas y menos presupuesto, con una estructura teatral y llena de equívocos que recuerda a muchas de Louis de Funès, donde toda la acción transcurre en un hotel en el que las personas que se alojan, entre ellas el Chanfle y demás personas del equipo de fútbol América, andan detrás de un balón que en su interior se esconden unas joyas.
Pese a su poca gracia y pobre factura técnica la película volvió a tener bastante éxito, y eso que no contaba con muchos de los actores regulares de las series de El Chavo o el Chapulín por todos esos rollos que se llevaban.
Lejos de dejar el cine, Bolaños (o Bola de años como le llama en los platós de televisión su archienemigo Carlos Villagrán, alias Kiko), siguió en el mundillo sin descuidar la tv. Un años después, en el 82, dirigió y protagonizó Don raton y don ratero, lo mismo volvió hacer con Charrito (1984) y Música de viento (1988) pero estas ya no he tenido coj... valor para verlas. El que se sienta con fuerzas que coja el relevo.
Luego Chespirito acabó con sus huesos en el escondrijo de los fracasados, el teatro.
COMPLETITA LA ENCICLOPEDIA; PERO ME PARECE PAUPÉRRIMA Y DESPECTIVA LA CRÍTICA REALIZADA POR ESTE SEÑOR. LO CIERTO ES QUE, AMEN DE TODO EL LLEVA Y TRAE QUE SE PRODUJO POR RENCILLAS, ENVIDIAS Y CELOS, CHESPIRITO FUE UN TALENTO MUY GRANDE, Y UN TALENTO QUE SALIÓ DEL TERCER MUNDO, POR ESO A ESTE BLOGGER LE MOLESTA TANTO SUS TRIUNFOS Y LE ALEGRA MUCHO MÁS SUS FRACASOS.
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