Ya he comentado muchas veces que las películas basadas en superhéroes
no comenzaron a producirse a gran escala hasta los éxitos de X-Men y
Spiderman. Básicamente porque hasta la fecha los efectos especiales no
daban para mucho más que unos cuantos cromas. Con la finalización de los
90 los efectos digitales comenzaron a despuntar y las grandes
productoras vieron factible gastarse millones en pelis protagonizadas
por tíos embutidos en mallas que iban dando brincos. De las cuales,
además, podían sacar muchos más millones con miles de objetos estúpidos a
modo de merchandising. Aun así, lograr unos buenos efectos costó lo suyo. Sin ir más lejos,
los efectos del primer Spiderman, a día de hoy, están desfasadísimos.
Pero volvamos a los 90. Ahí o cogías un personaje totalmente
analógico y te gastabas un pastizal o quedabas en ridículo. En un lado
de la balanza tenemos a Batmany en el otro aLos 4 fantásticos versión Corman. Sí, son dos casos totalmente extremos pero muy gráficos.
Otro opción a falta de medios era inventarse al personaje. Tú mismo
podías crearlo en función del dinero disponible. ¿Que no podíamos hacer
que volase? Pues hacemos que no tenga esa habilidad ¿Lo tenemos mal para darle un
vehículo chanante? Pues se queda sin su bugamóvil y nos quedamos tan
anchos.
Más o menos esta vendría a ser la historia de Meteor Man. Un
personaje creado exclusivamente para la gran pantalla y surgido de la
mente de Robert Townsend (que aquí ejerce de director, guionista, protagonista y productor), tipo que, intuyo, estaría bien relacionado y sabía
comerle la oreja a los mandamáses de Hollywood. Porque si vemos su bio en IMDB vemos que se la ha escrito él mismo. Términos como "visionario", "pionero", "trasciende en todo lo que hace", "adelantado a su tiempo"... me parece que es decir mucho de un tío que solamente ha parido mierda. Desde luego toda su biografía se la ha escrito él mismo. Si es chortero me lo creo. Como mucho lo podremos recordar por ser el protagonista de aquel episodio de Cuentos asombrosos en el que hacía de un guionista de televisión que un día se entera que su planta es capaz de escribir guiones de series para televisión pues ha estado toda su vida delante de una pantalla de tv. Aparte de eso, mucho guión, mucha actuación, producción y actuación de tropecientos telefilms y episodios sueltos de series.
La historia de Meteor Man es sencilla y ramplona como pocas. Un tipo la mar de triste y con una vida aun más triste como profesor de escuela, recibe el impacto de un meteorito, lo que le hará adquirir super poderes. Cosa que aprovecha para combatir el crimen ya que su barrio está infestado de macarrillas. Lo dicho, simplicidad al cubo en una peli al estilo de La hora de Bill Cosby, Cosas de casa o series de ese calibre. Es decir, que estamos ante una peli hecha por negros para un público negro. Básicamente el 95% (o más, Manolo, o más) del elenco es negro. Ahí tenemos al cómico Eddie Griffin, Robert Guillaume (el prota de la serie Benson), un mini papel de Bill Cosby, Don Cheadle antes de ser más o menos conocido, Sinbad y James Earl Jones (la voz de Darth Vader), que, básicamente, tiene el papel más divertido de la peli con todo su arsenal de pelucas.
A nivel de efectos la peli mantiene el tipo ya que no se mataron mucho y usaron trucajes más o menos clásicos que no son demasiado cutres. Otra cosa es el traje del prota. Totalmente hecho de porexpan. Aunque, por otro lado, le da cierta verisimilitud, ya que se lo ha hecho su madre. En cuanto a los superpoderes son un tanto birrias. Ya que si toca un libro es capaz de saber perfectamente su contenido, pero solo durante unos segundos. También es capaz de ver con visión rayos X. Pero es un absurdo, ya que ve a la gente en ropa interior. Claro, estamos ante una peli para todos los públicos, pero... Resumiendo, peli ultra blanca, pese a su oscuro elenco (risas enlatadas), que solamente sirve para la siesta de los domingos. Para completistas de las pelis de superhéroes y gracias.
Con la aparición del film, Marvel se animó a editar un cómic con las andanzas del personaje, pero la cosa no pasó de 6 números. Y es que el film resultó ser un fracaso de taquilla con sus 30 millones de presupuesto para recuperar menos de 10.
Parece mentira, pero hubo un tiempo que Whoopie Goldberg estaba de moda. Empezó con un papel seriote en El color púrpura de Spielberg, pero pronto se tiró a la comedia con Jumpin' Jack Flash o La ratera. Incluso en una peli estilo dramón con tintes sobrenaturales como Ghost, era el elemento cómico.
Es precisamente con esta peli, y su consecuente Oscar, que pega el salto definitivo. Luego se marcó un par de pelotazos seguidos con las dos partes de Sister act y Made in America, que, en parte, funcionó por su romance con el pobre de Ted Danson.
Jonathan R. Betuel, que venía de escribir y dirigir Mi proyecto científico, comenzó a darle vueltas a un film puramente cómico, con dinosaurios por en medio, después de ver Jurassic Park. En la época cualquier cosa que oliera a diplodocus daba dinero, como lo demuestran las varias series de animación con reptiles verdes que inundaron la franja infantil de las televisiones o los films que se apuntaron a la moda (Carnosaurio, Prehysteria!, La isla de los dinousaurios). Eso hizo que no le resultara difícil convencer a la New Line para que se marcase una producción con mucho dinero de por medio.
Los dinosaurios han sido revividos por obra y gracia de un científico. Los bichos verdosos, lejos de ser unas fieras, son bastante afables, llegando a hablar y adquirir las costumbres humanas como vestirse y conducir, con lo que la convivencia con los humanos es cordial. Un día aparece un dinosaurio muerto, y para su investigación se juntan a una humana y un dinosaurio policías.
Dino Rex (o Theodore Rex en su idioma natal) parte como una buddy movie clásica a más no poder: dos personas antagonistas han de limar sus diferencias para llevar a buen puerto una investigación. Todo ello en un quiero y no puedo constante, ya sea porque su director es bastante incompetente a la hora de dirigir y guionizar, o porque el presupuesto, que era bastante generoso, no se supo invertir adecuadamente. Si juntamos Blade Runner, el pato Howard, lo peor de lasTortugas ninja y Dinosaurios, aquella serie de televisión de la factoría Jim Henson, tendremos una estupidez como una casa. O lo que es lo mismo, Dino Rex.
Todas estas comparaciones no son para nada gratuitas. El argumento parece un plagio encubierto de la película de Ridley Scott. Si allí teníamos un investigador rodeado de replicantes y aparece un creador que fabrica juguetes, aquí pasa más o menos lo mismo, tenemos un tipo que crea juguetes con vida y simplemente hay que cambiar los replicantes por dinosaurios. Además de tener algún que otro puesto de comida ambulante y que mucha parte del rodaje ocurre de noche. Aunque esto último parece más para disimular sus decorados, que parecen sacados de los Teletubies.
Dino Rex no es mala, es mucho más que eso. Con ella el concepto de "peli mala" adquiere un nuevo significado. Todo en ella es ridículo. Desde la propia protagonista, que es acojonante como se dejó vestir con semejante atuendo, unas mallas de licra que le dejan al descubierto uno de los culos más gordos que he tenido la desgracia de ver. Esa señora tiene que tener serios problemas para descansar sus posaderas en un wc de medida estándar. Lo único salvable, y esto cogiéndolo con pinzas, son los dinosaurios, que parece que hayan usado los mismos moldes que los que usó el equipo de Henson en la serie Dinosaurios. Eso sí, aquí con mucha menos movilidad y con menos personajes. Esto es patente en la escena de una discoteca donde se nota que la cámara no puede moverse ni un milímetro no sea que se note que ahí no hay más monigotes. Por ahí también corrían los hermanos Chiodo (Killer Klowns), aunque su trabajo aquí es tremendamende decepcionante, simplemente se encargaron de un par de muñecos a los que dieron vida a la vieja usanza de los ventrílocos.
El film fue un fracaso antes de su estreno. Al poco de empezar el rodaje, Goldberg hizo un amago de fuga al ver el desaguisado en el que se había metido, pero los productores le recordaron que tenía un contrato y si no lo cumplía se le podían caer las rastas.
Aun y así, una vez finalizada, los productores se quedaron de piedra ante tal despropósito y ante la que se avecinaba decidieron no estrenarlas en cines y sacarla directamente a vídeo. Convirtiéndose en su momento en la película lanzada directamente al mercado doméstico más cara de la historia. Más de 40 millones de dólares se dejaron. En cambio, aquí, que nos lo tragamos todo, sí se estrenó en cines de la mano de Lauren. Evidentemente pasó con más pena que gloria por nuestra cartelera. Y no me extraña.
Que John Carpenter está semi retirado es un hecho. Su filmografía en este nuevo milenio se reduce a la estimableFantasmas de Marte (2001) y la no tan estimable Encerrada (2010). Entre medio se encargó de dos capítulos de Masters of horror, aquella serie de mediometrajes (ya que su duración no sobrepasaba los 60 minutos por los pelos) capitaneada por el mecenas Mick Garris que, como reza el título, estaba enmarcada en el género de terror y contaba en su filas con directores del renombre de Argento, Dante, Landis, Stuart Gordon, Tobe Hooper o Coscarelli. Fue precisamente nuestro hombre, Carpenter, el que parió uno de los mejores capítulos (si no el mejor) llamado El fin del mundo en 35 milímetros o, en el mucho más acertado título original, Cigarette burns.
Un tipo que regenta un cine de reposiciones recibe un encargo de un millonetis que colecciona películas: encontrar una copia de una película llamada Le fine absolue du monde, de la que solamente se tiene constancia de un pase en el festival de Sitges en los 70. Durante su proyección el público asistente se volvió loco y se descuartizaron entre ellos. Nuestro protagonista accede despues de recibir pruebas irrefutables de su existencia y de la promesa de una cuantiosa suma de dinero. Justo la necesaria para pagar la deuda que tiene con su ex suegro por la compra del cine.
Como podemos ver, el argumento puede recordarnos a otro film del director: En la boca del miedo. Aunque en aquella ocasión al bueno de Sam Neill le encargaban buscar un libro, pero su descensos al infierno de la locura son los mismos que les espera al protagonista de Cigarette burns.
En este caso el protagonista encargado de buscar el film maldito de Hans Backovic es Norman Reedus, que lo recordaremos por las dos pelis de Los elegidos o Blade II. También corren por ahí Udo Kier (Suspiria, La sombra del vampiro y doscientas pelis más) y Chris Gauthier (el gordito de Harper's Island o el Smee de Érase una vez).
El inicio del film (o mediometraje) es totalmente fascinante. Todo lo que rodea a la película maldita nos produce más interés, sobre todo después que el millonario le muestre al protagonista la prueba definitiva que el film no es una leyenda urbana y existe realmente. Esa prueba no es más que uno de los actores que aparecen en él, el cual, lamentablemente, en la edición del Dvd nos destripan esta sorpresa en la carátula (y en el trailer). Por lo menos en la americana quedaba algo más disimulado con la imagen tan tratada, en cambio, en la patria de Manga, era bastante más descarado.
Los amantes de la sangre y las vísceras se lo pasarán teta en el último tramo, todo un festival gore para los sentidos. Además, la mayoría de ellos a base de casquería, sangre falsa y maniquís, como a la vieja usanza. Hay alguna cosilla digital pero que es tan mínima que si no te lo dicen ni te enteras. Todo ello por obra y gracia del gran Greg Nicotero.
El mayor handicap de Cigarette burns es,
a la vez, una de sus muchas cualidades. Y es que nos topamos con un
ritmazo que hace que no nos podamos aburrir en ningún momento.
Lamentablemente esto viene dado por su corta duración y las muchas cosas
que tiene que contar. Sin duda nos encontramos con una historia que
merecía un formato de largo, ya que, al final, nos queda una sensación
que han finiquitado el último tramo de forma demasiado apresurada. Pero eso no es más que un puntillismo. Ya le gustaría a muchos tener un problema de que nos sepa a poco.
Esta peli era un clásico en mis tardes veraniegas de finales de los 80, y desde entonces que no la volvía a ver, con lo que apenas recordaba mucho más allá del grueso del argumento. Así que cuando uno se dispone a recuperar, después de más de 20 años, un clásico de la prepubertad piensa: "Malo. Decepción al canto". Y, por una vez y sin servir de precedente, no ha sido el caso.
Punto límite: cero, o Vanishing point en su idioma original, es un film de culto. Pero no un culto desmesurado como puede tenerlo Blade Runner. Ni siquiera a un nivel más "especial" como el de The Rocky horror picture show. Evidentemente nos encontramos ante un film más modesto en lo que respecta al número de fans, porque no es un film fácil. Aquí no tenemos naves espaciales, personajes deliveradamente freaks y ni siquiera es un film que sea demasiado divertido de ver en compañía.